Dijins Di
Agradecimientos.
Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.
domingo, enero 30
lunes, junio 15
lunes, mayo 25
martes, noviembre 11
Dijins Di 32.
El tiempo, no tenía el carácter que pertenece al individuo humano, al ser
que con vida, que ve el transcurso de sus días tal y
como lo conocemos. Ese saber, ese concepto que nos acompaña en toda nuestra vida, que nos recuerda
que nada es eterno y nos reencuentra con la muerte. Ausente ahora y olvidado de mí, me empujó a buscar el contrapunto, la solución.
Mientras sentía las secuelas de mi cautiverio, algo ligero, que nacía
como una nueva memoria, evocaba imágenes disparatadas de troncos secos, ramas
cortadas y devastadas por plagas de termitas, madera sucia... y en todas
ellas ocupo en mí una respuesta. Supe que precisamente es ese
tic-tac, necesario para crear una armonía, “el
tiempo”. La esencia de la vida o la evidencia de la misma, era la
respuesta el camino de regreso y rompería esa sincronización perversa, el conjuro que
me mantenía prisionera, atada a esa espantosa energía, engendrada en los infiernos de la desesperación o en el inconsciente y mareas de dudas y los miedos más ancestrales
del conjunto de la humanidad. Pero ese tiempo o la certeza, carecía de importancia en aquella prisión y eso lo hacía insoportable.
Domando la locura, fui aprendiendo a adiestrarme, en la necesidad de comprender a ese ser que me ocupaba y copaba mi libertad. Esa vida paralela que se existía para devastar la mía, que con rigor dominaba mis movimientos, mi todo, pero
mi yo, no cejo jamás en avistar la libertad de nuevo o al menos
una vez más.
Quizás en aquella locura, en las esquinas confusas del dolor, tan solo la luz que atisbaba a vislumbrar, era la de
aquel sentimiento que me unía a Ihan, como única fuente de fe. Creía que si lo podía ver, existía… y si existía él existía
yo. Sabía que debía creer en mi intuición.
Los rotos en mi alma eran ya casi imperceptibles, para conservar el único hilo de lucidez los hice descender, los hice dormir
en mi interior.
Despierta a tal inadmisible consentimiento. En mi,
nació una probabilidad poco esclarecida y
confusa, que pugnaba por turbarse en la única realidad concebida y donada a mi vida.
El aprendía de mí, de la misma manera que yo me surtía de de su sed.
El impulso encolerizado de mi voz, nuevamente se perdió, en la penumbra de una nueva mañana bautizada con nieblas
espesas, que tardarían largos meses en desvanecerse.
sábado, septiembre 14
Dijins Di 31
En algún lugar
confuso, donde guardaba mis recuerdos
perdidos. Tenía la certeza de conocer a ese ente extraño que arrebataba mi
voluntad.
Lo más perturbador fue, adquirir conciencia, de las lamentables consecuencias
que llevaban a mi insigne ser, en ese sentir extraviado y
dominado por el mal, el echo de
que mi voluntad fuera mitigada, suplantada por otra voluntad, ajena a mis pensamientos. Algo
incomprensible e inadmisible se
acontecía en aquel preciso rit, y no
frente a mí, sino dentro de mí.
El vértigo que me propinaba tal sensación,
ya de por si, era inconcebible. Entendí, que rebasar el miedo daba lugar
al pánico y en él me hallaba, e inmóvil, absorta en esa brutalidad palpable, de
esa contención sin paz en la que se nos enseña a no respirar. Tal vez
por ello mismo, se abotonaban con esa
fuerza las ideales soluciones conclusas, que vendrían a socorrerme, ya que todo
mal se ve precedido siempre por una
solución, una llave que parte y rompe por la mitad, el muro que las divide.
Entonces recordé un antiguo cuento, que hablaba de la fuerza
interior, del diamante en bruto que llevamos dentro todos y cada uno de los habitantes de este
planeta. En ese espesor ensordecido o embutado del tiempo, y con el peso de una sobredosis de ideas, apretando mi azotado respirar, quise recordar
también que habían sido los druidas
Hititas los que trovaban esas cantinelas que ahora me servirían de alivio.
Aunque y a pesar, de que un millar de constantes contradictorias, me esperaban en el quicio de cada idea, y el absurdo sufrir de no simplemente no ser comprendida, sino más bien aniquilada, por una situación inadmisible y sin explicación. Haciendo acopio de valor, estruje el aire para adquirir el más puro saber de aquella cantinela, que ahora venía a mí como única cura o salvación.
La fuerza interior
habita en cada uno de nosotros, desde el mismo momento en que se forma
nuestra vida y muy a pesar de lo que nos pueda llegar a deparar el destino o camino, esta jamás se verá destruida o
ahogada, tan solo callada. Por ello en cualquier situación…
Pero en ese instante... fue como tener delante de mi rostro
otro rostro, que se insinuó aterrador,
que lo cambio todo y lo movió todo de
sitio, y que hizo que los pensamientos cayeran.
La puerta de la cabaña se abrió y se cerró con agresividad. Para desmedrar mi convicción, aun así, no deje de creer en mí.
Gracias al cielo y los espectros conocedores de las claves del universo, que vivieron en tiempos en los que no fueron comprendidos, hoy depositaba yo, mi
tenacidad y la firmeza aplastante ante otras convicciones y de que solo de ello
se trataba y todo se hacía realidad. Mis ancestros, mis recuerdos perturbados
por la amnesia. Era Di y la
ensordecedora historia que nos había contado, la abducción de mi vida y mis
pasajes, ahora como si la sintiera desde dentro de una celda, admiraba la verdad
y no la podía alcanzar.
De pronto saboreé, soy yo. La vida que habita en mi, y nací,
y tuve
risas y lágrimas y paz y
nerviosismo, porque no superar una ráfaga más de ese mana. Ser y estar.
Y me hice, luchando después de la premura, la misma con la que se convoco
todo el esplendor, en el mágico instante en que se crea una vida. Me reconocí cansada y herida pero no extinta.
miércoles, marzo 6
Dijins Di 30.
Esa noche el viento azuzaba con fuerza y yo no podía dormir, por más vueltas que daba, el sueño no me
quiso acoger. Algunos pensamientos alborotados desvelaban mi
descanso.
Sin esperar más a la vigilia, enemiga en las noches de insomnio. Salte del cálido catre
y tras un pequeño relax en el sofá, quede en blanco vigilando el chisporroteo de las últimas brasas. La fantasía sorprendió vacía a mi mente.
Me apeteció salir al exterior, para caminar en la noche cerrada y enfrentarme a mis miedos. Quise saber, que no estaría nada mal, bañarme de viento, abusar de su fuerza, quizás
inspirarme en sus aromas. Cerrando los
ojos, suspiré un único deseo, mecerme en él , volar, dejarme llevar.
Nada más traspasar el umbral de la
puerta, una bofetada de polvo me azoto
en la mejilla, para brevemente suavizarse e instarme a continuar, a adéntrame en sus fauces.
Mientras acariciaba el sarpullido minúsculo,
que se había provocado en la piel que cubría
mis mejillas, inspire nuevamente, a la vez que me pregunte (si el viento tendría conciencia). Bajo el techado que cubría la entrada y sobre
el adoquín envejecido que formaba el suelo, un columpio gastado chirriaba al vaivén que le provocaba él, (el viento) con sus manos invisibles.
Era divertido imaginar, y también fácil. Así, con pasos lentos, empecé a caminar por el césped descuidado, con los pies descalzos, para
sentirme más cercana a la vida.
Entonces el viento, se torno menos
brusco y pareció jugar con mi pelo y
descaradamente arrebato el chal que cubría
mis hombros, para demostrarme que no era un viento frio, que tan solo era fresco.
Percibí la sal del mar en su aliento y la arena del desierto, también pude notar un nido de águilas, en unas cumbres rocosas de montaña, y sonreí con la gracia de la felicidad.
Breves pasos
más
adelante en mi camino, algo gélido e inmóvil secuestro
esos instantes felices. La
oscuridad de la noche, se hizo mucho más
profunda y sentí que había conectado con
algo extraño, un nerviosismo raro se adueño de mí y al girar mi cabeza lo vi. Era una imagen terrorífica, una figura que no sabría si interpretar como
hombre o como mujer, agachada en el
suelo de una habitación blanca, con mucha luz y sus ojos miraban fijamente a
los míos, suplicantes, aterrados y a su vez amenazantes, sus cabellos largos y
oscuros se movieron breves segundos para entrar en una quietud perversa.
Resbale y caí al suelo, a la vez que intente escapar de aquella
visualización, que de pronto amenazaba
con enloquecerme y grite, y note como el viento enmudecía mi voz y se torno violento.
Las ramas de los arboles más
cercanos, conspiraron con él y a mi contra.
jueves, febrero 7
Dijins Di 29
No cabía el mal allí. Pensé o decidí. Estar en un espacio tan acogedor como aquella casa, cada detalle que contenía había sido distribuido al azar y sin embargo, invitaba a soñar, a dar relajo a las malas interpretaciones que nos rondan en nuestra estupidez mortal y que continuamente nos bloquea y no permite que veamos bien.
No me preocupaba en absoluto
mi procedencia o todo lo que
perteneciera a mis recuerdos. No necesitaba sentir nada más que el ahora que
vivía. En aquellos instantes, los
pensamientos que hacían referencia a mi pasado, era tan simples que fueron pensamientos
fugaces escapándose con la energía que salía desde mis ojos hacia todos y cada uno de los espacios que me
desvelaban a Ihan. Ansiaba o mejor
dicho, solo necesitaba sentirme bien.
Respirar sin presión en el pecho y concretar por fin, que las arrugas
que surcaban el contorno de mis ojos
pertenecían a la placidez mecida
por la felicidad, que se justificaba en
un tiempo real. Deseche todos los malos
prejuicios por la puerta que daba a la
calle. Tales premisas no me llevaron más
de cinco minutos.
La curiosidad me tentaba desde la estantería donde Ihan
había colocado la colección de papeles. Asegurándome
de que la intimidad se hacía a mi lado,
agarre el sinnúmero de papelorio. Asumiendo falsas dotes de payé, para interpretar los garabatos que allí se mantenían, testimoniando miles de inquietudes, de la incógnita mente que las hubiera descrito en tinta negra. Comencé a asimilar de nuevo, algún detalle más en el conjunto de la
escritura. De pronto como si se hubiera despejado parte de la niebla que ofuscaba
mi mente, fui consciente de que tenia la habilidad de identificar
ciertos rasgos de la escritura, con los que llegaba a desvelar parte importante
de la personalidad de quien los escribía.
Mis conocimientos
grafológicos surgían a borbotones a cada
instante. Y así fui identificando un nuevo rasgo en cada letra o
en cada coma. Su conjunto básicamente
iba haciendo que tuviera otro dato más,
que iba revelando a una personalidad muy atormentada, y compleja, escondida tras
del papel. Inmersa en los escritos no me
di cuenta de que Ihan había comenzado a depositar los platos rebosantes de
comida sobre la mesa, tan solo el olor a
comida sustrajo mi atención de
los papeles.
Durante la cena conversamos,
de observaciones sin profundizar
en ningún tema en concreto, se hacía notorio
la incomodidad que representaba para
Ihan, atar sus malos genios, por el
mismo motivo le inste a que me llevara al pueblo la mañana siguiente. Alegando
culpas a las inclemencias del tiempo, dejo constancia de que las
carreteras que nos unían con el pueblo
más cercano se hallaban cortadas por las
intensas nieves , y que aventurarnos en ese viaje seria más bien un desafío a
la muerte. El trayecto no podía realizarse
andando por las bajas temperaturas, en su totalidad el contenido del mensaje
que alegaba, era que estábamos aislados
en la cabaña a varias horas de
distancia de la civilización. Tales
noticias alegraban mi interior y no intente mostrar entusiasmo alguno, prefería esconder las
verdaderas emociones al menos por aquel
momento.
Dirigí mi mirada hacia la ventana mientras Ihan recogía los platos, habiendo ya renegado de mi colaboración en los menesteres domésticos, se dispuso a preparar un par de cafés.
Los copos que caían sin perdón, ni pausa, eran de gran
tamaño. El fluir de estos era de una
fuerza hipnótica, que embelesaba y a la vez su ligereza transmitía paz. Imagine el frio
que debía de estar haciendo en el exterior
y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
martes, enero 8
Dijins Di 28.
Las horas pasaron sin más sobresaltos, más que las
hojas que traía el viento a nuestros pies.
Sin meditar más que
una simple sonrisa, me dejaba llevar por el entusiasmo de la alegría que bullía
en su corazón y contagiaba el mío. Sus
ojos apresaban los míos. En ellos, destellos de lejanas estrellas me alcanzaban
el universo y pude sentirme como se siente un poeta realizado. En su meta. Unida en un éxtasis con el aire y el tiempo, al sentirme viva.
Demoramos nuestro regreso
a la cabaña entreteniéndonos en el camino de vuelta. Ihan me presento la naturaleza desde otra perspectiva, lo que antes parecía común o normal, se
mostraba con más brillo, con una luz especial. Incluso los movimientos imperceptibles de las
plantas cobraron otra conciencia, haciendo que la conclusión de la vida fuera mágica
en aquellos instantes. Parecía que la misma vida conspiraba para que así fuera.
Al llegar al cobijo de su choza, encendió el hogar con los leños apilados en un cesto de mimbre, ya
gastado por el uso. Mientras
yo le miraba acomodada desde el
sofá, estudiaba sus movimientos sin disimulo. Mis sentimientos afloraban sin
reparos, las sensaciones que abordaban
en mí, me instaban a entregarme en un
abrazo carnal a aquel hombre que apenas acababa de conocer.
Cuando se giro para observarme, el lenguaje
corporal debió de delatarme. Sorprendiéndome en una pose que retenía mis deseos
inquietos y tímidamente nerviosos. Se acerco a mí y me arrebato la mano de la que estaba mordisqueando el dedo índice,
el que se veía un tanto enrojecido.
_ Quizás te interese conservarlo, nunca se sabe si te puede
hacer falta después _ dijo, desplegando una amplia y llana sonrisa.
No me ruborice, al contrario. Deje escapar la más sibilina de mis miradas, intentando
ser una seductora inofensiva o escapista de situaciones vergonzantes y
comprometidas.
De una o de otra manera, estaba contado para mis adentros, que acabaría rebozando mi cuerpo contra el suyo. Más antes, que temprano. Que era un hecho, que
nuestros caminos se habían encontrado por algún motivo, y que aunque no
recordara nada de mi pasado, ni falta que me hacía. Pues me preguntaba para mi, ¿Qué probabilidades tenía, en ese
supuesto pasado de ser tan plenamente feliz? como ya era, en esos días de amnesia. Dictamine en mis pensamientos.
Pero el encantamiento se rompió, cuando Ihan alargo una silla hacia el sofá donde
me acurrucaba y comenzó a extenderme un montón
de papelotes garabateados y dibujados,
por Dios sabe que locas manos.
Comenzó diciendo_ Me gustaría
que hiciéramos un trabajo juntos, veras tengo que reorganizar estas anotaciones antiguas, ¿te importaría echarme una
mano?_
_Como no _ conteste.
_ Veras la idea, es que las coloquemos por fechas, aunque no
tengan relación, después comenzaremos de nuevo y las colocaremos en relación con lo que está escrito en ellas…_
No había terminado su frase cuando lo interrumpí.
_ ¿Y por qué no empezar colocándolas según lo que ponga en las notas?, así nos ahorramos el primer paso. _Pregunté.
_ No._ contesto tajante.
_Bien empecemos, toma la primera. Si no te importa lee en alto._ Añadió tendiéndome
la primera de las hojas escritas a mano.
A primera vista me llamo la atención la escritura, el
conjunto de todo el escrito se veía muy
sucio, con importantes saltos y distancias desiguales entre líneas, la letra
era legible pero inestable en su fuerza y forma.
_ ¿Es tu letra?_ Pregunte con cautela para no herir sus sentimientos.
_No, es de un amigo._ Contesto._ Puedes comenzar a leer, por
favor._ Dijo sin dejar sitio a ninguna replica.
Leí en voz alta.
_Y donde la mano cabe se hizo la herida. Y el ladrón robo a
su propio progenitor.
Que entra el perdón y
en el corazón confuso se hizo la oscuridad y en las razones temerosas no se
asombra la verdad por no entrar. No
saberse en ella, es la desilusión del
que sueña._
Levante mi mirada hacia Ihan interrogante, asiéndome el mentón en posición pensante.
_ ¿Que se supone que es esto?_ Dije.
Con una mueca hastía respondió, _No lo sé, por la misma razón pensé que quizás tú podrías
ayudarme._
Supongo que mi cara de cero, no dejo lugar a la mínima colaboración
por mi parte, y por ese motivo, retiro los papeles de mi mano sin darme ninguna
opción más para continuar con la tarea.
Me disculpe en vano, pues el ya se había levantado y había dejado todos los papeles en la estantería, en un abrir y cerrar de ojos. Acto seguido ya estaba a otros menesteres en los que
disimuladamente me hacia el vacio e
ignoraba mi presencia. Pienso que para
calmar su frustración. No negare que el asalto de su carácter, el cual
no se molesto en esconder, me
abrumo e hizo que me sintiera incomoda. No sabía que decir o en que entretener mis manos nerviosas, comencé a mordisquearme
las uñas mientras miraba al suelo.
Entonces él se disculpo
diciendo._ Perdona no consigo controlar mi genio, en fin será mejor que
caliente algo para cenar. Si te interesa…
tienes algunas revistas en esa librería._
No pronuncie palabra, tan solo afirme con un escaso movimiento
de cabeza. Fiel a mis emociones, no me vi en la necesidad de fingir. Le retire la mirada reafirmando mi manera de
protestar ante su comportamiento.
jueves, diciembre 27
Dijins Di 27
Se desencajaba obstinado
en hacerme ver o comprender, no sé qué
cosas. No lo sé. Teorías que yo, no alcanzaba discernir. Pero él, se poso en una postura pelliza, para enfrentarse
contra lo inaudito de la triste tesis irreal que perseguía a mi sombra. Regalaba bajo mi asombro un
montón de conjeturas disparatadas, y yo. No
cabía en tal aturdimiento al verle. Presa
a él, y a mí misma. De este sueño
desligado de verdades o tremendamente absurdo y absoluto. De
temperamentos opuestos eternamente
adversarios.
La maldita pena, era. No fraguar en esas condiciones día
tras día. Ya que así, disipaba los malos
entendidos, que se escuchan, que se acusaban,
acusándose a sí mismos. Malos entendidos, perdidos en mentes perturbadas, mentes insanas, incansables, con sus malos juicios y llenas de
ocio mal logro. Las que conocí.
Por ende, que no
cabían en la mía. Ahora, ya no. Y no importa, no importo yo, ni a quien le estremezca, me sienta bien o me
sienta mal. Al igual que toda loza acaba por romperse. Mi pena se deshizo al
conocerle. Y aquel día dejo de resbalar, deslizándose en tonterías de rutinas
monótonas. En las que, para mi pesar los demás seres vivían, que si un pájaro, que si una flor,
que si el tiempo, que sí que sí. Sí, todo menos el propio yo. Un yo que invade a todos menos a los que se
esconden de sí mismos. Un yo tan leve
pero inquieto que se
supo transformar hospedado en un cuerpo.
¿Acaso, tan alejada me encontraba de la realidad, que no
podía ver lo que me unía a ese hombre?. La
merced de pasear a su lado, enloquecí. Lo
mire caminar a mi lado, y continué.
Componiendo conjeturas me deje pensar, y dejándole a él que
restaurara mi mente. ¿Decía más
bien, lo que le venía en gana o vivía carente
de miedo?, ¿Sería Inconsciente de herirme?, de tocar mi vida, de trastocar mis miedos,
para enseñarme nuevamente a sentir. Pero yo lo vi, Lo creí allí. Con la intención
de insinuarse, en la locura del
amor tardío.
Me invito a relajarme
admirando el paisaje. Desprendiendo entusiasmo en todo lo que a nuestro
encuentro nos vino. Hasta que llegamos a
dos caminos. Se paró erguido en el sitio. Agarrándome del brazo, despertó
sus instintos y motivo a los míos.
_Mira _ señalo.
_Estamos entre dos caminos, ¿Cuál de los dos patearías tú?_ Pregunto
sonriendo con las pupilas bailando en destellos. Lo mire sorprendida, encogida.
Con un breve reflejo y en seco, le preste
atención. No solo sus palabras escuche, también la complicidad de sus
gestos. Mire a mí alrededor, al entorno
salvaje que me embullo en silencio. Haciéndome notar la clave de aquella situación y me conmovió.
Contemple la bifurcación. A los ojos y a la
vista se presento el paisaje, con una pregunta. En un segundo mirando hacia el centro,
entre los dos caminos, sentí. Si quizás
estuviera muerta o si estuviera extraviada
en las fauces de un sueño eterno, que desmembraba mi alma. Sé que Jamás lo hubiera percibido de esa forma, si la compañía no hubiera sido la de Ihan.
Pues, contemplar
aquellos caminos me hizo entender, que había
vivido sola. Totalmente sola toda mi vida, me sentí pequeña y desnuda. Llore con rabia. Por
la esencia, por todos y cada uno
de los retajos de mi vida. Destruidos. Que se
fueron al traste a perderse en el tiempo, y que ahora ya no los sentía
perdidos. Retajos románticos o
efímeros, percusiones de instrumentos
que mecían las horas, que pasaban
tenaces arrebatándome el don de un ser contenido. Con conocimiento me volví animal.
Presumo ahora, que lo vi como a un ángel
y en aquel instante supe y ame hasta lo más hondo a un hombre que no
conocía y sin embargo añoraba. El enigma de saberle mío, destrozaba…
De aquella manera y con las garras de aves rapaces, desgarraba la presa. Sentía tal. Desarmada a su
hechizo y olvidada de quien fui, mi sino se prestaba ante mí. No de la manera que lo hubiese imaginado, ni
la que hubiese querido, no era un genio,
era dulce. No suave, era abrupto como paraje sin hierba, pero bello. Atractivo, como la verdad escondida sin fantasía
y aunque duela…
Insistente, insistió en no concebir otra inquietud que no fuese la
cierta. Ahora siento quien soy. Naufrago en la niebla, vagabundo en la pena y vagare
en ella mientras viva, para sucumbir a
sus manos firmes y doloridas. Errare en la angustia, de haber perdido el rumbo que
ampare, frágiles pétalos pendiendo de un hilo. En tu mismo aplomo pero lejos. Emprendí mi viaje y escupiré a los vientos, despertándolo todo. Atando esa fuerza, que contiene y contenga la caja
de Pandora. Y a la caja, Implorando que excite
a premura, que evite el dolor, que no censure y que no pueda ser otra que una verdad tan
intensa como la que él me regalo. Y fui, un poco más consciente de lo que
habitaba alrededor.
miércoles, noviembre 28
Dijins Di 26
Cuando la visión de Ihan volvió a hacer caprichos a mis ojos. Viéndolo allí, delante
del umbral de la puerta. Se burlaron las
siguientes palabras de mi boca.
_Me siento como un vulgar peregrino, que camina descalzo y
debe rendirse en perdón, ante las puertas del templo de un Dios, para que espiren todos mis males y los que he asestado._
Me encontraba a mi misma despejando algunas dudas, mientras
incurría en otras más profundas. ¿De dónde emergía lo que pensaba?, ¿Cuál era
la fuente de inspiración?, ¿Dónde se
recreaban?, esas palabras que ahora se
desahogaban y escapaban impulsadas sin ningún control de cordura.
Con más temor del que cabía contener en mi actual situación,
revolviéndome en mis adentros en una explosión, que asomaba ruborizando mis mejillas, por la obligada resignación a admitir delante de Ihan que caminaba a ciegas dentro de lagunas secas de recuerdos, que se
escapaban de antemano a mi entender.
El permaneció en silencio y fue ese mismo silencio hiriente, que provocándome, estiraba de mi, y hacia
brotar lo que dormía guardado a la lucidez.
_Creo que tú, eres la mancha marrón que he estado
persiguiendo._ Para mi sorpresa. Ihan,
escuchaba mudo, asintiendo en un solo gesto. Reafirmando lo
que yo acababa de decir. Con toda y
total rotundidad. Con naturalidad,
despreocupado, dejo escapar un brillo
fugaz en su mirada, insinuándome a aquel
que estuviera contemplando el dorado
atardecer del amor. Lo que me
hizo comprender que entonces era él, el que desprendía tal insumisa impregnación que me hacía sentirme desconocida.
Cerrada en un sí. Me convencí
para serenarme. Ihan se acerco a la alacena donde momentos antes había colocado todos los
papeles. Revolvió entre ellos, parecía buscar
uno en concreto. Era evidente que quería enseñarme algo, sus ademanes me tranquilizaban, nada era
brusco en él. Mientras Ihan
llevaba a cabo la tarea que entretenía
ese segundo en nuestras vidas. Yo buscaba su mirada. Suspire, aligerando el cansancio. Notando como esa presión se perdía en el espacio
que definían las cuatro paredes de la sala. Permanecí callada, solo satisfaciendo la necesidad de observarle,
sintiéndome afín con esa casa y con él,
pero sin saber porqué.
Se acerco a mí, tendiéndome una hoja para que la leyera, arrastro la silla
que anteriormente había ocupado y se coloco cercano, muy cercano a mí. Pude percibir
su olor. Flotaron de nuevo las emociones dormidas, que
insistían en inquietar mi serenidad.
Todas las sensaciones que percibía se resumían
en solo
una. Conclusión que retenía negándomela.
_Todo se ira esclareciendo según pasen los días, ya verás como lograras
recordar._ Dijo Ihan.
_ ¿Qué tiene que ver todo esto con quién soy?_ No entendía
nada lo que quería decirme.
Sin embargo leí resignada. Era una carta escrita a máquina.
La carta
Para Leienel.
Perlas mundanas que
desparraman su esplendor, en los espejos
que ahora te miran.
Has de saber que
pertenecen al siniestro corcel que te
lleva.
Disimulando la estupidez de esa sin razón que solo tu entiendes en su trotar, y que te arrastra a
permanecer perdida.
No son tan puras como parecen, las razones que
te dieran.
Ególatras y altivas,
se muestran al mundo fingiendo que todo lo tienen, que lo saben bien.
Hadas y duendes, de
sombras robadas en las bastas llanuras
de otras almas.
Que acrecientan mi
dolor, tu dolor. Pido y ruego, no todo se olvide o se pierda.
A la vista del fuego, oteador asistente, del
eclipse que forma un todo en ti, yo
estaré siempre.
Aunque
me dejas desplazado y testigo en el desnivel de realidades que nos separan, pero no consigue
alejarme. No hoy, no
mañana.
Inventare
miles de escapes ante los deslices del
destino. Permaneceré despierto velando para que encuentres el camino que te
lleve otra vez a mí. Porque no puedo
vivir sintiendo que se pierde tu luz y tú brillo. Siendo esta, conditio sine qua non para que yo viva y que solo a mi me pertenece.
martes, noviembre 27
Dijins Di 25
El desconocido que se encontraba sentado a mi par. Comenzó haciéndome saber su nombre, Ihan… se llamaba Ihan. Cuando lo
pronunció, un escalofrío recorrió mi cuerpo y él lo noto.
Mis ojos, en demasía abiertos, solo adelantaban lo que acontecería. Ignorante de mi, inútil en el
intento de disimular el precoz escozor en mi piel, debido al nerviosismo mezclado
con el yo que sé, que sentía en su compañía, no hizo más que afinar su puntería
dejándome al descubierto y con mis puntos vulnerables, débiles y expuestos ante
aquel desconocido. Cómo espectadora
traviesa baje la mirada concentrándola en la taza de café, mojando una pasta de
almendras, le inste a que comenzara a explicarse. Se presumió irritante y fuera de lugar, la escena que demostraba mis malos modos evasivos, pero a él, no pareció incomodarle para nada. Cosa que a mí, me alivio. Al contrario, todo recabo en la suma,
de hurtarle inconscientemente una sonrisa. Con mueca gentil y amigable me observo, de arriba abajo. Se reafirmo en su
asiento y comenzó a relatarme el encuentro misterioso que nos había juntado y
que yo había olvidado por motivo de algún lapsus temporal de amnesia, culpado y adueñado de mí.
_Te encontré tirada en una de las
praderas altas, situada a la
falda de la esa montaña que se ve desde
la ventana._ Indico señalando la
ventana. _Al principio me asuste, pensé que estabas muerta, tu cuerpo estaba
totalmente helado, yacías moribunda en
la nieve, tan blanca y fría como ella. Todavía no me he repuesto del todo del
susto y por supuesto no logro explicarme
que hacías allí, sin apenas llevar abrigo. Creo, o mejor dicho. Sé… que fue
cuestión de minutos y designios
favorables del destino, el que te encontrara con vida._ mantuvo mi mirada afirmando.
_Tuviste mucha suerte
de que pasara por allí, a estas alturas del invierno, no me gusta aventurarme a la intemperie, porque en estas
altitudes el tiempo cambia en cuestión de segundos, los vientos que se forman
en este embudo o pasillo de montaña, como
lo llaman algunos montañeros. Son peligrosamente gélidos y
te pueden coger desprevenido, cerrándose en nieblas densas y formando
borrascas mortales, que hacen casi
imposible resistir a la intemperie. Además de los peligros que entrañan esos cambios climáticos, también hay lobos y aunque no son muy comunes los avistamientos
en zonas despejadas de arboles, a estas alturas del invierno han perdido el miedo a los seres humanos,
debido a la escasez de alimentos en la alta montaña, en esta estación._
Interrumpiendo lo que
contaba, le pregunte.
_ ¿Dónde estamos?_
_ Estamos en uno de
los valles más bellos del mundo, a la
sombra de tres picos, que es como se
llama la montaña más alta y la que preside esta cordillera rocosa, que se extiende a lo largo de menos de la mitad de la franja
norte, creo que serán unos cuatrocientos kilómetros aproximados de rocosas montañas
a una cotas de 3200 a 3800 metros sobre el nivel del mar, imagino que
comprendas ahora de mejor manera, porque no puedo salir de mi asombro._ entonces
guardo silencio, fijándose otra vez en mi rostro.
Creo que se dio
cuenta de que la empatía se hizo hueco entre los dos, con
ese mismo asombro y con mi boca medio abierta mientras lo miraba, no se me
ocurrió nada que decir. Pero Ihan rompió con habilidad el silencio incomodo que
precedía a las sensaciones que intercambiamos en aquel momento. Diciendo entre una sonrisa tímida. _ ¿Sabes?, allí tirada en
la nieve… cuando te vi, en un primer instante y por muy efímero que fuera. Sentí, que te conocía. Fue… Bueno, Como
ya te he dicho estas son tierras extrañas._ Se levanto y comenzó a recoger los
restos del almuerzo.
Lo seguí con la mirada, mientras se perdía en el pasillo que
imaginé acabaría en la cocina, ¿Donde sino? Con los ruidos de fondo de la loza, que
parecía estar limpiando, intente concentrarme en lo que me había relatado y
rebuscaba inútilmente información en los acelerados y desordenados pensamientos
que me iban llegando.
Detrás de su relato, empecé a contemplar la idea, de
encontrarme en un oasis aislado en el centro de mi mundo interior, que se
estaba descomponiendo a pedazos y me asusto esa misma idea, delirante, de
haber perpetuado mi existencia en la
locura. Como una estación invernal sin fin, ni
solución. Me vi conmovida por el
frio de la certeza, del miedo, incluso de mi propia muerte. ¿Quién era yo? Me
repetía una y otra vez sin posibilidad de refrenar ese daño.
Algo desestructurado que alcanzaba fondo y pie, como una
masa pesada oprimiendo mis sentidos. Dejándome
inmóvil sobre aquel insulso taburete y
coaccionando sobre la única forma de
pensar que había conocido hasta aquel mismo momento. Haciéndome entender con
ese empuje que desolaba toda la compleja existencia en la que confundida había creído.
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