Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

miércoles, noviembre 28

Dijins Di 26



Cuando la visión de  Ihan volvió a hacer  caprichos a mis ojos. Viéndolo allí, delante del  umbral de la puerta. Se burlaron las siguientes palabras de mi boca.

_Me siento como un vulgar peregrino, que camina descalzo y debe rendirse en perdón, ante las puertas del templo de un  Dios, para que espiren todos mis males  y los que he asestado._



Me encontraba a mi misma despejando algunas dudas, mientras incurría en otras más profundas. ¿De dónde emergía lo que pensaba?, ¿Cuál era la fuente de inspiración?, ¿Dónde se recreaban?, esas palabras que ahora  se desahogaban  y escapaban  impulsadas sin ningún control de cordura.

Con más  temor del  que cabía contener en mi actual situación, revolviéndome en mis adentros en una explosión, que asomaba  ruborizando mis mejillas,  por la  obligada  resignación a admitir delante de Ihan  que caminaba a ciegas dentro de  lagunas secas de recuerdos,  que  se escapaban  de antemano a mi entender.

El permaneció en silencio y fue ese mismo silencio hiriente,  que  provocándome, estiraba de mi, y hacia brotar  lo que dormía  guardado a la lucidez.


_Creo que tú, eres la mancha marrón que he estado persiguiendo._  Para mi sorpresa. Ihan, escuchaba  mudo,  asintiendo en un solo gesto. Reafirmando lo que yo acababa de decir. Con toda y  total rotundidad. Con  naturalidad, despreocupado, dejo escapar  un brillo fugaz en su mirada, insinuándome a  aquel que  estuviera contemplando  el dorado  atardecer del amor.  Lo que me hizo comprender que entonces era él, el que desprendía tal insumisa  impregnación que me  hacía sentirme desconocida.


Cerrada en  un sí. Me convencí  para serenarme.  Ihan se acerco a la alacena donde  momentos antes había colocado todos los papeles.  Revolvió entre ellos,  parecía buscar  uno en concreto. Era evidente que quería enseñarme algo,  sus ademanes me tranquilizaban, nada era brusco en él.  Mientras  Ihan  llevaba a cabo la tarea que  entretenía ese segundo en nuestras vidas. Yo buscaba su mirada. Suspire,  aligerando el cansancio. Notando como esa  presión se perdía en el espacio que definían las cuatro paredes de la sala. Permanecí  callada, solo satisfaciendo la necesidad de observarle, sintiéndome afín  con esa casa y con él, pero  sin saber porqué.

Se acerco a mí, tendiéndome  una hoja para que la leyera, arrastro la silla que anteriormente había ocupado y se coloco cercano, muy cercano a mí. Pude percibir su olor. Flotaron  de nuevo las emociones dormidas,  que insistían en inquietar  mi serenidad. Todas las sensaciones que percibía  se resumían  en solo una. Conclusión que retenía negándomela.

_Todo se ira esclareciendo  según pasen los días, ya verás como lograras recordar._ Dijo Ihan.
_ ¿Qué tiene que ver todo esto con quién soy?_ No entendía nada  lo que quería decirme.
Sin embargo leí resignada. Era una carta escrita a máquina.




                                                                      
                                                                       La carta

Para Leienel.

Perlas mundanas que desparraman su esplendor,  en los espejos que ahora te miran.
Has de saber que pertenecen al siniestro  corcel que te lleva.
Disimulando  la estupidez de esa sin razón  que solo tu  entiendes en su trotar, y que te arrastra a permanecer perdida.
 No son tan puras como parecen, las razones que te dieran.
Ególatras y altivas, se muestran al mundo fingiendo que todo lo tienen, que lo saben bien.
Hadas y duendes, de sombras robadas  en las bastas llanuras de otras  almas.
Que acrecientan mi dolor, tu dolor. Pido y ruego, no todo se olvide o se pierda.
  A la vista del fuego, oteador asistente, del eclipse que  forma un todo en ti, yo estaré siempre.
 Aunque  me  dejas  desplazado y testigo en el  desnivel  de realidades que nos separan, pero no consigue alejarme.  No  hoy, no  mañana.
  Inventare miles de escapes ante los  deslices del destino. Permaneceré despierto velando para que encuentres el camino que te lleve otra vez a mí. Porque no  puedo vivir sintiendo que se pierde tu luz y tú brillo. Siendo esta,  conditio sine qua non para que yo viva y  que  solo a mi me pertenece.


martes, noviembre 27

Dijins Di 25





El desconocido que se encontraba sentado a mi par. Comenzó  haciéndome saber  su nombre, Ihan… se llamaba Ihan. Cuando lo pronunció, un escalofrío recorrió mi cuerpo  y él lo noto.  Mis ojos, en demasía abiertos,  solo adelantaban lo que acontecería. Ignorante de mi, inútil en el intento  de  disimular el precoz escozor  en mi piel, debido al nerviosismo mezclado con el yo que sé, que sentía en su compañía, no hizo más que afinar su puntería dejándome al descubierto y con mis puntos vulnerables, débiles y expuestos ante aquel desconocido.  Cómo espectadora traviesa baje la mirada concentrándola en la taza de café, mojando una pasta de almendras, le inste a que comenzara  a explicarse.  Se presumió  irritante y fuera de lugar, la escena  que demostraba mis malos modos evasivos, pero  a él, no pareció incomodarle para nada.  Cosa que a mí, me  alivio. Al contrario, todo recabo en la suma, de  hurtarle inconscientemente  una sonrisa. Con  mueca gentil y amigable me  observo, de arriba abajo. Se reafirmo en su asiento y comenzó a relatarme el encuentro misterioso que nos había juntado y que yo había olvidado por motivo de algún lapsus  temporal de amnesia, culpado y adueñado de mí.

_Te encontré   tirada  en una de las  praderas  altas, situada a la falda de la esa montaña que se ve  desde la ventana._  Indico señalando la ventana. _Al principio me asuste, pensé que estabas muerta, tu cuerpo estaba totalmente helado, yacías moribunda  en la nieve, tan blanca y fría como ella. Todavía no me he repuesto del todo del susto y por supuesto no logro explicarme  que hacías allí, sin apenas  llevar abrigo. Creo, o mejor dicho. Sé… que fue cuestión de minutos  y designios favorables del destino, el que te encontrara con vida._ mantuvo mi mirada  afirmando.

_Tuviste mucha suerte  de que pasara por allí, a estas alturas del invierno, no me gusta  aventurarme a la intemperie, porque en estas altitudes el tiempo cambia en cuestión de segundos, los vientos que se forman en este embudo o pasillo de montaña,  como lo llaman algunos montañeros. Son peligrosamente   gélidos y  te pueden coger desprevenido, cerrándose en nieblas densas  y formando  borrascas  mortales, que hacen casi imposible  resistir a la intemperie.  Además de los peligros que entrañan esos  cambios climáticos,  también hay lobos  y aunque no son muy comunes los avistamientos en zonas despejadas de arboles, a estas alturas del invierno  han perdido el miedo a los seres humanos, debido a la escasez de alimentos en la alta montaña, en esta estación._

Interrumpiendo  lo que  contaba, le pregunte.
_ ¿Dónde estamos?_
_  Estamos en uno de los valles más bellos del mundo,  a la sombra de tres picosque es como se llama  la montaña más alta y la  que  preside esta cordillera rocosa,  que se extiende a lo largo de menos de la mitad de la franja norte, creo que serán unos cuatrocientos kilómetros aproximados de rocosas  montañas  a una cotas de 3200 a  3800  metros sobre el nivel del mar, imagino que comprendas ahora de mejor manera, porque no puedo salir de mi asombro._ entonces guardo silencio, fijándose otra vez en mi rostro.




Creo que  se dio cuenta  de que  la empatía se hizo hueco entre los dos, con ese mismo asombro y con mi boca medio abierta mientras lo miraba, no se me ocurrió nada que decir. Pero Ihan rompió con habilidad el silencio incomodo que precedía a las sensaciones que intercambiamos en aquel momento. Diciendo entre  una sonrisa tímida. _ ¿Sabes?, allí tirada en la nieve… cuando te vi, en un primer instante y por muy efímero que fuera. Sentí, que te conocía. Fue…  Bueno, Como ya te he dicho estas son tierras extrañas._ Se levanto y comenzó a recoger los restos del  almuerzo.

Lo seguí con la mirada, mientras se perdía en el pasillo que imaginé  acabaría en la cocina, ¿Donde  sino?  Con los ruidos de fondo de la loza, que parecía estar limpiando, intente concentrarme en lo que me había relatado y rebuscaba inútilmente información en los acelerados y desordenados pensamientos que me iban llegando.

Detrás de su relato, empecé a contemplar la idea, de encontrarme en un oasis aislado en el centro de mi mundo interior, que se estaba descomponiendo a pedazos y me asusto esa misma idea, delirante, de haber  perpetuado mi existencia en la locura.  Como una estación invernal  sin fin, ni  solución.  Me vi conmovida por el frio de la certeza, del miedo, incluso de mi propia muerte. ¿Quién era yo? Me repetía una y otra vez sin posibilidad de refrenar ese daño.

Algo desestructurado que alcanzaba fondo y pie, como una masa pesada oprimiendo  mis sentidos. Dejándome inmóvil  sobre aquel insulso taburete y coaccionando sobre  la única forma de pensar que había conocido hasta aquel mismo momento. Haciéndome entender con ese empuje que desolaba toda la compleja existencia en la que confundida había creído.

Dijins Di 24 El encuentro, y la locura.

lunes, noviembre 26

Dijins Di 24

                                                                                Capitulo 2



Desperté aturdida  y me tomo unos  larguísimos segundos recuperar el control  de mis sentidos,  sobre todo  el  de  la vista. Mi cabeza parecía que iba a reventar. Por momentos el dolor era más intenso y después descendía, pero se quedaba en un grado  satírico e  insoportable.

A tientas y con miedo, con movimientos muy lentos, fui acostumbrando mis ojos a la luz que irradiaba la leña, que ardía en  una  chimenea  de piedras aristadas. Encima de la losa superior que embellecía la singular e inviolable  estructura, pude observar, un candil deteriorado  que hacía a su vez, de soporte a lo que parecía ser una lámina antigua. La cual  dibujaba en sus formas  un paisaje impreso en pergamino. No tenía  idea de  donde me encontraba  y  el entorno no me resultaba familiar.

Una destartalada y envejecida  estantería de madera, fue la primera pieza que  apreso  mi atención cuando por fin pude enfocar la vista. La imágen, entrañaba miles de enigmas, que con palabras escritas y estructuradas en los sueños, si cabe, la  llenaban  de libros y que a duras penas  resistía ese  pesado  testamento, que infinidad de escritores cedieron  a lo largo del tiempo  en sus hojas,  ahora amarillentas  por el mohín  mostrenco,  permanente en aquella  chimenea y el humo que a través de los años había estado escupiendo.  Palabras que ahora presidian y se apoderaban del mayor espacio en aquella pequeña sala.  Al menos esa fue la sensación que me devolvió. De cualquier modo, me conforto  de alguna  misteriosa   manera,  alejando y consumiendo  el  dolor de cabeza.

El conjunto de muebles era de estilo más bien rustico, creando un retrato armonioso a pesar de la aglomeración que se notaba.  Había una mesa  pintada con  patina en color azul  turquesa, depositada  de cualquier manera, debajo de una ventana de cristales cuarteados, con una vidriera de vivos  colores  en su centro que  representaba  un sol o algo que se le parecía. Encima de la mesa  se veía desplaza por varios libros y objetos, una lámpara de hierro que  ignorándolo, adornaba  su esbelta delicadeza, la cual  no se antojaba  desgastada para nada en el espectro añejo  que parecía tener.

Eso, era lo que se podía ver desde mi posición en  el  cómodo sofá. El mismo que  al parecer  había  contenido mi descanso. Cálidamente arropada  por mantas  que olían a flan  de café  y vainilla. Sin destaparme  las piernas, para no perder el calor aromatizado que me envolvía, Incorpore mi cuerpo y mire por encima del respaldo, apreciando a la vez, la suavidad del sofá  mientras lo acariciaba y el color verde esmeralda  con matices azul prusia que se entreveía al  deslizar  la mano  por su piel aterciopelada.

Intuitivamente fije la mirada en un  ángel de plata, depositado en un pequeño  altillo, que estaba  encima del marco de  la puerta, que daba paso a una entrada. No era  una figura de gran tamaño, pero de inmediato  robo mi ensoñación, sobresaltándome. Lo mire  pensativa, no conseguía saber cuál era la razón que me atraía. Mientras lo miraba se interpuso a mi voluntad y a la realidad. La  anomalía de otra visión parpadeante. Un rostro plateado  acercándose a gran velocidad  y envuelto en haces de luz, que emergían conformándolo y sustrayéndolo del oscuro mosaico. Se represento en mi mente sembrandome de terror y así de aquella, se hizo conmigo, apoderándose  en un breve instante del cálido confort en el que me había despertado. La visualización  desapareció casi de inmediato, para sostenerme nuevamente en la realidad. Sin embargo la fuerza con la que se había implantado esa imágen me hizo recordar… recordar, algo que  percibía borroso pero  intenso, muy familiar, como un episodio repetido y vivido en un tiempo  infinito, innumerables  veces. Así  lo percibí.

Me levante  con brusquedad, al mismo tiempo que un hombre irrumpía en la sala. Llevaba una bandeja entre  las manos, rebosante de pastas, pan y  dos tazas. Despejo otra  mesa  abarrotada  de folios y cajas y depositándolos en  una alacena próxima, que a su vez ya se hallaba repleta.

 Atónita, contemple  la agilidad y destreza con la que aquel desconocido, depositaba  la bandeja sobre la superficie de la mesa con una mano, mientras  que con la otra, retiraba lo que estorbaba. Sin mirarme y atendiendo lo que hacía, dijo con voz pausada.

_Por fin te has despertado. Supuse  que te apetecería tomar algo caliente mientras me cuentas como  te encuentras._  levanto brevemente la mirada, examinando mi perplejidad sin gesticular ni mediar ninguna palabra mas, tan solo asumiendo mi confusión. Se irguió y en un ligero movimiento que casi no entendí, se dispuso a sentarse en una silla invitándome a acompañarle en el pequeño taburete  redondo que se encontraba a su lado.

Recoloque  una de  las mantas sobre  mis hombros, con cuidado de no pisar las puntas arrastradas  por el suelo. Según daba el primer paso, le pregunte.

_ ¿Quién es usted?, ¿Cómo he llegado hasta aquí?... _ Acaricie mi cara escondiendo las dudas bajo la palma de mi mano inquieta, a la par que me sentaba. Me notaba exhausta y extremadamente agotada y mi mente permanecía en blanco, no recordaba absolutamente nada.


miércoles, noviembre 14

Dijins Di 23. El Poder







El poder

Testarudo pero no valiente
Ángel sin alas que jamás dejo de caer
Simiente eterna vacilante en la luz.
Confiscas la verdad para  cegarnos.
Nos oprimes, adoctrinas, nos castigas y amenazas.
Hoy nadie es libre porque sigue existiendo el poder
que domina las masas, camuflado sin duda en políticos
con corbatas.
El mayor pecado del hombre no fue morder la manzana.
Fue no ver la mirada de quien nos la daba.

Aplaudamos entonces a todos los corderos que se sienten
crecer ejecutando las normas que les dicta el poder
Gracias por ayudarles a sembrar miseria a lo largo de estos años.

(kea-sensaciones)

domingo, noviembre 11

Dijins Di 22




Y en ese viaje  hacia los adentros,  paseando  en la inconsciencia sagaz y solitaria de  la humilde mente humana,  buscaba la salida… pero me aleje de ellos,  de sus voces.  Como un imán el vacio tiraba de mí, arrancándome  de la realidad.  Sin más fuerzas acabe rindiéndome  en el viaje y fundiéndome en él. Un calor intenso  bullo de mi frente, más poderoso que un calor febril y se hizo con todo mi ser.  El viaje era acelerado, sentí como caía  por un pasillo inclinado, lleno de luces tenues o fuertes, coloridas o sin color, es difícil definir lo que absorbía  en ese cumulo de emociones que se estaban apoderando de mi.  Pase por paramos estériles y otros no,  pero sabía que me hundía y que me iba. Y entonces ceso. La atracción hacia el vacio, vacilo un instante y me deposito en el suelo.   El espacio empezó a estabilizarse como un lienzo pixelado que va  tomando  forma  apresuradamente, tutelado por  la mano diestra de su creador.

La ignorancia permanecía dormida bajo mi piel. Incomoda y perturbada por  lo que se avecinaba,  camine en círculos mojando mis pies en el barro humedecido y frio, que prestaba aquel   paraje  cromado con brotes dorados y que no perdonaban la falsa  coraza de las botas.  

Deseando desaparecer, incluso extinguirme.  Para ausentarme del miedo que hacia raíz sin auxilio en mi carne.  Camine y camine, sin rumbo, hasta llegar a un punto donde  las piernas se negaron a continuar, mi cuerpo paralizado  solo dejo que mis ojos vagaran libres. Escudriñe con ellos el entorno  que se iba desenfocando hasta invadirme la total oscuridad y en ella no solo me sentí a  mí.   Exaltada por un grito  incesante  que brotaba desde  mi corazón, destrozando la calma.

 Tan brutal flujo de dolor no me pertenecía.  Lo note, sabía que no era yo, pero se hacía más fuerte y comenzaron de nuevo los temblores, las ondas que mecen al alma  y que preceden al mensaje. Esa sensación de que algo viene, de que está ahí, pero no lo puedes ver, solo se hace sentir.

Me aterraba la idea de no poder hacer nada. Acaricie enloquecida mi cara  con nerviosismo hasta que enrojecí mis mejillas.  Enrede enfurecida mi pelo, estirando de él,  intentando despejar  las ilusiones que se apoderaban de mí.  Ansiando  esta vez,  dar  con la clave que las hicieran desaparecer.  Sin querer oír al intruso que penetraba en  mis pensamientos,  absolutamente ajenos,  cercanos y lejanos a la vez.

Inspiraba palabras que brotaban de las hojas  y del viento susurrante  que bailaba turbando en remolinos errantes  a mí alrededor,  pero no aire que me hiciera respirar. La burbuja que presionaba  y contenía mi vida, mi esencia de cordura… en ese momento reventó  liberando ecos que se fueron a perder como las hojas que lleva el viento.

Aunque en ocasiones hastía y monótona, la vida… llena al huésped  y regala belleza. Esa misma belleza no la veras mañana, tan solo se desprenderá hoy… del  inmenso tapiz que la consolida, centenares de situaciones  se difuminan en el espectro de lo que podía haber sido y ya no será.

Por  unos segundos  esa ilusión se volvió palpable  en una imagen tan nítida y real  que mi cuerpo  se  desplomo   por la inercia que ejercía  la tierra sobre él, De rodillas en el lecho fangoso , brotaban las lagrimas de mis ojos resbalando hasta caer al suelo, en un espacio en el que el tiempo parecía  detenerse , la   emoción  que sentí al contemplar esa imagen no podía traducirse a palabras pero se asemejaba bastante a la sensación  que se siente cuando  una brisa templada y suave  coquetea,  acariciando el rostro  del que observa el mar.