Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

jueves, diciembre 27

Dijins Di 27




Se desencajaba  obstinado  en hacerme ver o comprender, no sé qué cosas.  No lo sé. Teorías  que yo, no alcanzaba discernir. Pero él,  se poso  en una postura pelliza, para enfrentarse contra lo  inaudito de la  triste tesis irreal que  perseguía  a mi sombra. Regalaba bajo mi asombro un montón de conjeturas disparatadas,  y  yo.  No cabía en tal aturdimiento  al verle.  Presa  a él,  y a mí misma.  De este sueño  desligado de verdades o tremendamente absurdo y absoluto. De temperamentos  opuestos eternamente adversarios.


La maldita pena, era. No fraguar en esas condiciones día tras día.  Ya que así, disipaba los malos entendidos, que se escuchan, que se acusaban,  acusándose a sí mismos. Malos entendidos, perdidos  en mentes perturbadas, mentes insanas, incansables, con sus malos juicios y llenas de ocio mal logro. Las que conocí.


 Por ende, que no cabían en la mía.  Ahora, ya no. Y  no  importa, no importo yo,  ni a quien le estremezca, me sienta bien o me sienta mal. Al igual que toda loza acaba por romperse. Mi pena se deshizo al conocerle.  Y  aquel día dejo de resbalar,  deslizándose en tonterías de rutinas monótonas.  En las que, para mi pesar  los demás seres  vivían, que si un pájaro, que si una flor, que si el tiempo, que sí que sí. Sí, todo menos el propio yo. Un yo que invade a todos menos a los que se esconden de sí mismos.  Un yo tan leve pero  inquieto  que  se supo transformar hospedado en un cuerpo.  


¿Acaso, tan alejada me encontraba de la realidad, que no podía ver lo que me unía a ese hombre?.  La merced de pasear a su lado, enloquecí. Lo mire caminar  a mi lado, y continué.
Componiendo conjeturas  me deje pensar, y dejándole  a él  que  restaurara mi mente.  ¿Decía más bien, lo que le venía en gana  o vivía carente  de  miedo?, ¿Sería  Inconsciente  de herirme?, de tocar mi vida, de trastocar mis miedos, para enseñarme nuevamente  a sentir.  Pero yo lo vi, Lo creí allí. Con la intención de insinuarse, en  la  locura del  amor  tardío.


 Me invito a relajarme admirando el paisaje. Desprendiendo entusiasmo en todo lo que a nuestro encuentro nos vino. Hasta que llegamos a dos caminos. Se paró erguido en el sitio. Agarrándome del brazo, despertó sus instintos y motivo a los míos.

_Mira _ señalo.
_Estamos entre dos caminos, ¿Cuál de los dos patearías tú?_ Pregunto sonriendo con las pupilas bailando en destellos. Lo mire sorprendida, encogida.


Con un breve reflejo y en seco,  le preste  atención. No solo sus palabras escuche, también la complicidad de sus gestos. Mire a mí alrededor,  al entorno salvaje  que me embullo en silencio.  Haciéndome  notar  la clave de aquella situación  y  me conmovió.  Contemple la bifurcación.  A los ojos  y a  la vista se presento  el paisaje,  con una  pregunta. En un segundo mirando hacia el centro, entre los dos caminos, sentí.  Si quizás estuviera muerta  o si estuviera extraviada en las fauces de un sueño eterno, que desmembraba mi alma.  Sé que  Jamás lo hubiera percibido de esa forma,  si la compañía no hubiera sido la de  Ihan.


Pues,  contemplar aquellos caminos me hizo entender,  que había vivido sola.   Totalmente sola  toda mi vida,  me sentí pequeña y desnuda.  Llore con rabia.   Por  la esencia,  por todos y cada uno de los  retajos de mi vida.  Destruidos.   Que se fueron al traste   a perderse  en el tiempo, y  que  ahora ya no  los sentía  perdidos. Retajos románticos o efímeros,  percusiones de instrumentos que mecían las horas,  que pasaban tenaces  arrebatándome  el don de un ser contenido.  Con conocimiento  me volví animal.

Presumo ahora,  que lo vi como  a un ángel  y  en aquel  instante supe y  ame hasta lo más hondo a un hombre que no conocía y sin embargo añoraba. El enigma de saberle mío, destrozaba…  
De aquella manera y con las  garras de aves rapaces, desgarraba  la presa. Sentía tal.  Desarmada   a su hechizo  y olvidada de quien  fui, mi sino se prestaba ante mí.  No de la manera que lo hubiese imaginado, ni la que hubiese querido, no era  un genio, era dulce.  No suave, era abrupto como  paraje sin hierba, pero bello.  Atractivo, como la verdad escondida sin fantasía y aunque duela…


 Insistente, insistió  en no concebir otra inquietud que no fuese la cierta. Ahora siento quien  soy.  Naufrago en la niebla, vagabundo en la pena  y  vagare en ella  mientras viva, para sucumbir a sus manos firmes y  doloridas. Errare  en la angustia, de haber perdido el rumbo que ampare,  frágiles pétalos  pendiendo de un hilo. En tu  mismo aplomo pero lejos.  Emprendí  mi viaje y escupiré a los vientos,  despertándolo todo.  Atando  esa   fuerza,  que contiene y contenga   la caja de Pandora.  Y a la caja,  Implorando  que excite  a premura, que evite el dolor, que no censure  y que no pueda ser otra que una verdad tan intensa como la que él me regalo. Y fui, un poco más consciente de lo que habitaba  alrededor.