En algún lugar
confuso, donde guardaba mis recuerdos
perdidos. Tenía la certeza de conocer a ese ente extraño que arrebataba mi
voluntad.
Lo más perturbador fue, adquirir conciencia, de las lamentables consecuencias
que llevaban a mi insigne ser, en ese sentir extraviado y
dominado por el mal, el echo de
que mi voluntad fuera mitigada, suplantada por otra voluntad, ajena a mis pensamientos. Algo
incomprensible e inadmisible se
acontecía en aquel preciso rit, y no
frente a mí, sino dentro de mí.
El vértigo que me propinaba tal sensación,
ya de por si, era inconcebible. Entendí, que rebasar el miedo daba lugar
al pánico y en él me hallaba, e inmóvil, absorta en esa brutalidad palpable, de
esa contención sin paz en la que se nos enseña a no respirar. Tal vez
por ello mismo, se abotonaban con esa
fuerza las ideales soluciones conclusas, que vendrían a socorrerme, ya que todo
mal se ve precedido siempre por una
solución, una llave que parte y rompe por la mitad, el muro que las divide.
Entonces recordé un antiguo cuento, que hablaba de la fuerza
interior, del diamante en bruto que llevamos dentro todos y cada uno de los habitantes de este
planeta. En ese espesor ensordecido o embutado del tiempo, y con el peso de una sobredosis de ideas, apretando mi azotado respirar, quise recordar
también que habían sido los druidas
Hititas los que trovaban esas cantinelas que ahora me servirían de alivio.
Aunque y a pesar, de que un millar de constantes contradictorias, me esperaban en el quicio de cada idea, y el absurdo sufrir de no simplemente no ser comprendida, sino más bien aniquilada, por una situación inadmisible y sin explicación. Haciendo acopio de valor, estruje el aire para adquirir el más puro saber de aquella cantinela, que ahora venía a mí como única cura o salvación.
La fuerza interior
habita en cada uno de nosotros, desde el mismo momento en que se forma
nuestra vida y muy a pesar de lo que nos pueda llegar a deparar el destino o camino, esta jamás se verá destruida o
ahogada, tan solo callada. Por ello en cualquier situación…
Pero en ese instante... fue como tener delante de mi rostro
otro rostro, que se insinuó aterrador,
que lo cambio todo y lo movió todo de
sitio, y que hizo que los pensamientos cayeran.
La puerta de la cabaña se abrió y se cerró con agresividad. Para desmedrar mi convicción, aun así, no deje de creer en mí.
Gracias al cielo y los espectros conocedores de las claves del universo, que vivieron en tiempos en los que no fueron comprendidos, hoy depositaba yo, mi
tenacidad y la firmeza aplastante ante otras convicciones y de que solo de ello
se trataba y todo se hacía realidad. Mis ancestros, mis recuerdos perturbados
por la amnesia. Era Di y la
ensordecedora historia que nos había contado, la abducción de mi vida y mis
pasajes, ahora como si la sintiera desde dentro de una celda, admiraba la verdad
y no la podía alcanzar.
De pronto saboreé, soy yo. La vida que habita en mi, y nací,
y tuve
risas y lágrimas y paz y
nerviosismo, porque no superar una ráfaga más de ese mana. Ser y estar.
Y me hice, luchando después de la premura, la misma con la que se convoco
todo el esplendor, en el mágico instante en que se crea una vida. Me reconocí cansada y herida pero no extinta.