Las primeras luces del día, se colaban por las contraventanas, dándome directamente en los ojos, a pesar de que me encontraba cómodamente acogida y cobijada entre las sabanas, los rayos del sol, ya no tan tímidos, me molestaban hasta acabar espabilándome. El viento había azotado con fuerza en el transcurso de la noche, haciendo que una de las dos hojas de madera, se saliera de las viejas y oxidadas bisagras que las amarraban.
A las nueve de la mañana, lucía un sol radiante en lo alto del cielo azul, aunque no calentaría demasiado el paraje helado. Me levante con energía, dirigí mis pasos hacia la ventana desde la cual se escuchaba a alguien cortando leña. El ruido de los troncos rebotaba contra el suelo de cemento y repiqueteaba, formando un eco, que acababa generando sonidos a modo de campanas que me retornaron a mi infancia. Me llene y sentí, de una antigua emoción, pero la sensación desapareció rápidamente al comprender donde me encontraba.
María era la que recogía y apilaba los troncos en la carretilla de una rueda, mientras Aron los iba cortando. El hacha que asía de sus manos me pareció demasiado grande y pesada, dada la forma en que la sostenía. Tampoco se le veía demasiado diestro, para la tarea que le habían encomendado y que imaginaba quien se la había asignado, Seguramente Alberto.
Al girarme comprobé que la cama de Petrus estaba vacía. Sola en la habitación me dispuse a tomar una ducha. Sabía que ya llegaba tarde al puesto de trabajo, mas no me tome ninguna molestia en darme prisa.
Mientras me bestia, iba repasando mentalmente los sucesos del día anterior, tenía la necesidad de analizar y comprobar minuciosamente cada detalle, después compararía mi versión con la de los otros miembros del equipo, Todo esto lo haría antes de volver a encontrarme con Di.
Lo primero que hice al bajar las escaleras fue dirigirme al salón para comprobar si quedaba café, de un solo vistazo me percate que todos los miembros de la casa ya habían desayunado. Sus tazas se veían desparramadas por toda la mesa. Sin escrúpulos, elegí una cualquiera, sin importarme que labios habían reposado en su borde con anterioridad. Vertí los restos que quedaban en ella en las cenizas apagadas de la chimenea, y la llene con el oscuro liquido. Con la taza en mis manos me encamine hacia el exterior, lo primero seria revisar la sala de calderas, verificaría el estado de los cuadros eléctricos y de esta manera llegar a saber el motivo del apagón.
En mi camino me cruce con María y Aron que interrumpieron su trabajo para darme los buenos días. Al ver que no detenía mis pasos María dejo caer los troncos en la carretilla y me siguió, Aron dejó el hacha con sumo cuidado en el suelo y se sentó a descansar.
_ Te acompaño, ¿Dónde vamos?_ Dijo María poniéndose a mi altura.
_A la sala de calderas, quiero comprobar el estado de los cuadros eléctricos_ conteste sin detenerme.
La sala de calderas se encontraba en el jardín a escasos metros del edificio principal, era una pequeña construcción con una sola puerta en la que había aparejos para el jardín y diversos utensilios que se veían descuidados, todos ellos apilados de mala manera contra una de sus paredes, el suelo estaba cubierto de hojas secas y polvo.