Y en ese viaje hacia
los adentros, paseando en la inconsciencia sagaz y solitaria de la humilde mente humana, buscaba la salida… pero me aleje de ellos, de sus voces. Como un imán el vacio tiraba de mí, arrancándome
de la realidad. Sin más fuerzas acabe rindiéndome en el viaje y fundiéndome en él. Un calor
intenso bullo de mi frente, más poderoso
que un calor febril y se hizo con todo mi ser. El viaje era acelerado, sentí como caía por un pasillo inclinado, lleno de luces
tenues o fuertes, coloridas o sin color, es difícil definir lo que absorbía en ese cumulo de emociones que se estaban
apoderando de mi. Pase por paramos estériles
y otros no, pero sabía que me hundía y
que me iba. Y entonces ceso. La atracción hacia el vacio, vacilo un instante y
me deposito en el suelo. El espacio empezó
a estabilizarse como un lienzo pixelado que va tomando forma apresuradamente, tutelado por la mano diestra de su creador.
La ignorancia permanecía dormida bajo mi piel. Incomoda y
perturbada por lo que se avecinaba, camine en círculos mojando mis pies en el
barro humedecido y frio, que prestaba aquel paraje cromado con brotes dorados y que no perdonaban
la falsa coraza de las botas.
Deseando desaparecer, incluso extinguirme. Para ausentarme del miedo que hacia raíz sin
auxilio en mi carne. Camine y camine,
sin rumbo, hasta llegar a un punto donde
las piernas se negaron a continuar, mi cuerpo paralizado solo dejo que mis ojos vagaran libres. Escudriñe
con ellos el entorno que se iba
desenfocando hasta invadirme la total oscuridad y en ella no solo me sentí a mí. Exaltada por un grito incesante que brotaba desde mi corazón, destrozando la calma.
Tan brutal flujo de
dolor no me pertenecía. Lo note, sabía
que no era yo, pero se hacía más fuerte y comenzaron de nuevo los temblores,
las ondas que mecen al alma y que
preceden al mensaje. Esa sensación de que algo viene, de que está ahí, pero no
lo puedes ver, solo se hace sentir.
Me aterraba la idea de no poder hacer nada. Acaricie
enloquecida mi cara con nerviosismo hasta
que enrojecí mis mejillas. Enrede
enfurecida mi pelo, estirando de él, intentando despejar las ilusiones que se apoderaban de mí. Ansiando esta vez,
dar con la clave que las hicieran
desaparecer. Sin querer oír al intruso
que penetraba en mis pensamientos, absolutamente ajenos, cercanos y lejanos a la vez.
Inspiraba palabras que brotaban de las hojas y del viento susurrante que bailaba turbando en remolinos errantes a mí alrededor, pero no aire que me hiciera respirar. La burbuja
que presionaba y contenía mi vida, mi
esencia de cordura… en ese momento reventó liberando ecos que se fueron a perder como las
hojas que lleva el viento.
Aunque en ocasiones hastía
y monótona, la vida… llena al huésped y regala
belleza. Esa misma belleza no la veras mañana, tan solo se desprenderá hoy… del inmenso tapiz que la consolida, centenares de
situaciones se difuminan en el espectro
de lo que podía haber sido y ya no será.
Por unos segundos esa ilusión se volvió palpable en una imagen tan nítida y real que mi cuerpo
se desplomo por la
inercia que ejercía la tierra sobre él, De
rodillas en el lecho fangoso , brotaban las lagrimas de mis ojos resbalando
hasta caer al suelo, en un espacio en el que el tiempo parecía detenerse , la
emoción que sentí al contemplar esa imagen no podía traducirse
a palabras pero se asemejaba bastante a la sensación que se siente cuando una brisa templada y suave coquetea, acariciando el rostro del que observa el mar.