Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

lunes, mayo 21

Dijins Di. 14.


Empezó a llover  con fuerza y mi rabia escapaba, según se crecía la intensidad de  esa furia natural  que me limpiaba.  

Observe como algunos hombres  corrían  a refugiarse de algo tan inofensivo y  que solo los niños pueden  ver.  Quizás, esa fuera la razón del desprecio que sentía hacia los hombres  y mujeres,  hacia los mortales.  Su estupidez.

 Camine largo rato  sin sentir nada de frío  a  pesar de que mi ropa se encontraba  empapada. Pensé en mi pasado y a cada paso que daba, se acrecentaba más la añoranza que vivía, aunque sabía que esas eran sensaciones humanas, de alguna manera ahora me pertenecían y las saboreaba.   Comprendí, que  empezar a sentir cualquier emoción  era algo bello para mí.  Después de lo que yo, había sido. 

Todos somos el resultado de lo que heredamos y mi herencia siempre estuvo algo escasa en  esos placeres que los mortales no valoráis.
 
(Era la primera vez que  dirigía  su relato a los que estábamos presentes, como si de repente hubiera adquirido conciencia  de nuestra presencia, No levanto la cabeza, pero sí ejecuto un leve movimiento y  de soslayo  pareció dirigir su mirada hacia donde nos encontrábamos, él permanecía totalmente cegado por los focos  y desde su posición era prácticamente imposible ver los contornos de las paredes  y mucho menos el  cristal que permanecía disimulado por la oscuridad   y por esa razón,  era imposible que supiera cuantas personas estábamos en el habitáculo.

 El color de su piel había adquirido  una tonalidad extremadamente blanca, con tintes  azulados  y las venas se le transparentaban grisáceas, Tal vez y cito tal vez, no pude apreciar ese matiz con anterioridad.

Empezábamos a sentirnos agotados de estar allí  tanto tiempo encerrados. La forma  que tenia Di, de expresarse nos envolvía  y hacia que nos contagiáramos de su carisma.

 La decisión de sedarlo fue rápida y unánime, los  allí presentes nos mostramos de acuerdo.  Mi compañero con cara de alivio y sin pensarlo dos veces, presiono el botón que activaba la válvula  que proporcionaría la dosis exacta de tranquilizante.  Le administrábamos los sedantes   por una especie de conductos y tuberías plásticas que habíamos ideado  y que conducían hasta el gotero  inyectado en el hombro. Esa determinación se tomo calculando la peligrosidad que entrañaba aproximarse a Di.)







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