Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

miércoles, marzo 6

Dijins Di 30.





 Esa noche el viento  azuzaba con fuerza y yo no podía  dormir, por más vueltas que daba, el sueño  no  me quiso acoger.  Algunos   pensamientos alborotados desvelaban mi descanso.   

Sin esperar más a la vigilia,  enemiga   en las  noches de insomnio. Salte del  cálido catre  y tras  un pequeño relax en el sofá, quede en blanco vigilando el chisporroteo de las últimas brasas. La fantasía  sorprendió vacía a mi mente.

 Me apeteció salir al exterior,  para  caminar en la  noche cerrada y enfrentarme a mis miedos.  Quise saber, que no estaría nada mal,  bañarme de viento, abusar de su fuerza, quizás inspirarme en sus aromas.  Cerrando los ojos, suspiré un  único deseo,  mecerme en él , volar, dejarme llevar.

Nada más traspasar el umbral de la puerta, una bofetada de polvo  me azoto en la mejilla, para brevemente suavizarse e instarme a  continuar, a adéntrame en sus fauces.

Mientras acariciaba el sarpullido minúsculo, que se  había provocado en la piel que cubría mis mejillas,  inspire nuevamente,  a la vez que me pregunte  (si el viento  tendría conciencia).  Bajo el techado que cubría la entrada y sobre el adoquín  envejecido que  formaba  el suelo,   un columpio gastado chirriaba  al vaivén que le provocaba él, (el viento)  con sus manos invisibles.

Era divertido  imaginar, y también fácil.  Así,  con pasos lentos,  empecé a caminar  por el césped  descuidado, con los pies descalzos, para sentirme más  cercana a la vida.

Entonces el viento, se torno menos brusco y pareció jugar con mi pelo  y descaradamente  arrebato el chal que cubría mis hombros, para demostrarme que no era un viento frio,  que tan solo era fresco.

Percibí  la sal del mar en  su aliento y la arena del desierto, también pude notar un nido de águilas, en unas  cumbres rocosas  de montaña, y sonreí  con la  gracia de la felicidad.

 Breves pasos   más adelante  en mi camino,  algo gélido e inmóvil  secuestro  esos instantes felices.  La oscuridad  de la noche, se hizo mucho más profunda  y sentí que había conectado con algo extraño, un nerviosismo raro se adueño de mí y  al girar mi cabeza lo vi. Era una imagen  terrorífica,  una figura que no sabría si interpretar como hombre o como mujer,  agachada en el suelo de una habitación blanca, con mucha luz y sus ojos miraban fijamente a los míos, suplicantes, aterrados y a su vez amenazantes, sus cabellos largos y oscuros se movieron breves segundos para entrar en una quietud perversa.

Resbale y caí al suelo,  a la vez que intente escapar de aquella visualización, que de pronto  amenazaba  con  enloquecerme y grite,  y note como el viento  enmudecía mi voz  y se torno violento.

Las ramas de los arboles más cercanos, conspiraron con él y a mi contra.

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