No cabía el mal allí. Pensé o decidí. Estar en un espacio tan acogedor como aquella casa, cada detalle que contenía había sido distribuido al azar y sin embargo, invitaba a soñar, a dar relajo a las malas interpretaciones que nos rondan en nuestra estupidez mortal y que continuamente nos bloquea y no permite que veamos bien.
No me preocupaba en absoluto
mi procedencia o todo lo que
perteneciera a mis recuerdos. No necesitaba sentir nada más que el ahora que
vivía. En aquellos instantes, los
pensamientos que hacían referencia a mi pasado, era tan simples que fueron pensamientos
fugaces escapándose con la energía que salía desde mis ojos hacia todos y cada uno de los espacios que me
desvelaban a Ihan. Ansiaba o mejor
dicho, solo necesitaba sentirme bien.
Respirar sin presión en el pecho y concretar por fin, que las arrugas
que surcaban el contorno de mis ojos
pertenecían a la placidez mecida
por la felicidad, que se justificaba en
un tiempo real. Deseche todos los malos
prejuicios por la puerta que daba a la
calle. Tales premisas no me llevaron más
de cinco minutos.
La curiosidad me tentaba desde la estantería donde Ihan
había colocado la colección de papeles. Asegurándome
de que la intimidad se hacía a mi lado,
agarre el sinnúmero de papelorio. Asumiendo falsas dotes de payé, para interpretar los garabatos que allí se mantenían, testimoniando miles de inquietudes, de la incógnita mente que las hubiera descrito en tinta negra. Comencé a asimilar de nuevo, algún detalle más en el conjunto de la
escritura. De pronto como si se hubiera despejado parte de la niebla que ofuscaba
mi mente, fui consciente de que tenia la habilidad de identificar
ciertos rasgos de la escritura, con los que llegaba a desvelar parte importante
de la personalidad de quien los escribía.
Mis conocimientos
grafológicos surgían a borbotones a cada
instante. Y así fui identificando un nuevo rasgo en cada letra o
en cada coma. Su conjunto básicamente
iba haciendo que tuviera otro dato más,
que iba revelando a una personalidad muy atormentada, y compleja, escondida tras
del papel. Inmersa en los escritos no me
di cuenta de que Ihan había comenzado a depositar los platos rebosantes de
comida sobre la mesa, tan solo el olor a
comida sustrajo mi atención de
los papeles.
Durante la cena conversamos,
de observaciones sin profundizar
en ningún tema en concreto, se hacía notorio
la incomodidad que representaba para
Ihan, atar sus malos genios, por el
mismo motivo le inste a que me llevara al pueblo la mañana siguiente. Alegando
culpas a las inclemencias del tiempo, dejo constancia de que las
carreteras que nos unían con el pueblo
más cercano se hallaban cortadas por las
intensas nieves , y que aventurarnos en ese viaje seria más bien un desafío a
la muerte. El trayecto no podía realizarse
andando por las bajas temperaturas, en su totalidad el contenido del mensaje
que alegaba, era que estábamos aislados
en la cabaña a varias horas de
distancia de la civilización. Tales
noticias alegraban mi interior y no intente mostrar entusiasmo alguno, prefería esconder las
verdaderas emociones al menos por aquel
momento.
Dirigí mi mirada hacia la ventana mientras Ihan recogía los platos, habiendo ya renegado de mi colaboración en los menesteres domésticos, se dispuso a preparar un par de cafés.
Los copos que caían sin perdón, ni pausa, eran de gran
tamaño. El fluir de estos era de una
fuerza hipnótica, que embelesaba y a la vez su ligereza transmitía paz. Imagine el frio
que debía de estar haciendo en el exterior
y un escalofrío recorrió mi cuerpo.