Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

martes, noviembre 27

Dijins Di 25





El desconocido que se encontraba sentado a mi par. Comenzó  haciéndome saber  su nombre, Ihan… se llamaba Ihan. Cuando lo pronunció, un escalofrío recorrió mi cuerpo  y él lo noto.  Mis ojos, en demasía abiertos,  solo adelantaban lo que acontecería. Ignorante de mi, inútil en el intento  de  disimular el precoz escozor  en mi piel, debido al nerviosismo mezclado con el yo que sé, que sentía en su compañía, no hizo más que afinar su puntería dejándome al descubierto y con mis puntos vulnerables, débiles y expuestos ante aquel desconocido.  Cómo espectadora traviesa baje la mirada concentrándola en la taza de café, mojando una pasta de almendras, le inste a que comenzara  a explicarse.  Se presumió  irritante y fuera de lugar, la escena  que demostraba mis malos modos evasivos, pero  a él, no pareció incomodarle para nada.  Cosa que a mí, me  alivio. Al contrario, todo recabo en la suma, de  hurtarle inconscientemente  una sonrisa. Con  mueca gentil y amigable me  observo, de arriba abajo. Se reafirmo en su asiento y comenzó a relatarme el encuentro misterioso que nos había juntado y que yo había olvidado por motivo de algún lapsus  temporal de amnesia, culpado y adueñado de mí.

_Te encontré   tirada  en una de las  praderas  altas, situada a la falda de la esa montaña que se ve  desde la ventana._  Indico señalando la ventana. _Al principio me asuste, pensé que estabas muerta, tu cuerpo estaba totalmente helado, yacías moribunda  en la nieve, tan blanca y fría como ella. Todavía no me he repuesto del todo del susto y por supuesto no logro explicarme  que hacías allí, sin apenas  llevar abrigo. Creo, o mejor dicho. Sé… que fue cuestión de minutos  y designios favorables del destino, el que te encontrara con vida._ mantuvo mi mirada  afirmando.

_Tuviste mucha suerte  de que pasara por allí, a estas alturas del invierno, no me gusta  aventurarme a la intemperie, porque en estas altitudes el tiempo cambia en cuestión de segundos, los vientos que se forman en este embudo o pasillo de montaña,  como lo llaman algunos montañeros. Son peligrosamente   gélidos y  te pueden coger desprevenido, cerrándose en nieblas densas  y formando  borrascas  mortales, que hacen casi imposible  resistir a la intemperie.  Además de los peligros que entrañan esos  cambios climáticos,  también hay lobos  y aunque no son muy comunes los avistamientos en zonas despejadas de arboles, a estas alturas del invierno  han perdido el miedo a los seres humanos, debido a la escasez de alimentos en la alta montaña, en esta estación._

Interrumpiendo  lo que  contaba, le pregunte.
_ ¿Dónde estamos?_
_  Estamos en uno de los valles más bellos del mundo,  a la sombra de tres picosque es como se llama  la montaña más alta y la  que  preside esta cordillera rocosa,  que se extiende a lo largo de menos de la mitad de la franja norte, creo que serán unos cuatrocientos kilómetros aproximados de rocosas  montañas  a una cotas de 3200 a  3800  metros sobre el nivel del mar, imagino que comprendas ahora de mejor manera, porque no puedo salir de mi asombro._ entonces guardo silencio, fijándose otra vez en mi rostro.




Creo que  se dio cuenta  de que  la empatía se hizo hueco entre los dos, con ese mismo asombro y con mi boca medio abierta mientras lo miraba, no se me ocurrió nada que decir. Pero Ihan rompió con habilidad el silencio incomodo que precedía a las sensaciones que intercambiamos en aquel momento. Diciendo entre  una sonrisa tímida. _ ¿Sabes?, allí tirada en la nieve… cuando te vi, en un primer instante y por muy efímero que fuera. Sentí, que te conocía. Fue…  Bueno, Como ya te he dicho estas son tierras extrañas._ Se levanto y comenzó a recoger los restos del  almuerzo.

Lo seguí con la mirada, mientras se perdía en el pasillo que imaginé  acabaría en la cocina, ¿Donde  sino?  Con los ruidos de fondo de la loza, que parecía estar limpiando, intente concentrarme en lo que me había relatado y rebuscaba inútilmente información en los acelerados y desordenados pensamientos que me iban llegando.

Detrás de su relato, empecé a contemplar la idea, de encontrarme en un oasis aislado en el centro de mi mundo interior, que se estaba descomponiendo a pedazos y me asusto esa misma idea, delirante, de haber  perpetuado mi existencia en la locura.  Como una estación invernal  sin fin, ni  solución.  Me vi conmovida por el frio de la certeza, del miedo, incluso de mi propia muerte. ¿Quién era yo? Me repetía una y otra vez sin posibilidad de refrenar ese daño.

Algo desestructurado que alcanzaba fondo y pie, como una masa pesada oprimiendo  mis sentidos. Dejándome inmóvil  sobre aquel insulso taburete y coaccionando sobre  la única forma de pensar que había conocido hasta aquel mismo momento. Haciéndome entender con ese empuje que desolaba toda la compleja existencia en la que confundida había creído.