Capitulo 2
Desperté aturdida y me tomo unos larguísimos segundos recuperar el control de mis sentidos, sobre todo el de la vista. Mi cabeza parecía que iba a reventar. Por momentos el dolor era más intenso y después descendía, pero se quedaba en un grado satírico e insoportable.
A tientas y con miedo, con movimientos muy lentos, fui acostumbrando mis ojos a la luz que irradiaba la leña, que ardía en una chimenea de piedras aristadas. Encima de la losa superior que embellecía la singular e inviolable estructura, pude observar, un candil deteriorado que hacía a su vez, de soporte a lo que parecía ser una lámina antigua. La cual dibujaba en sus formas un paisaje impreso en pergamino. No tenía idea de donde me encontraba y el entorno no me resultaba familiar.
Una destartalada y envejecida estantería de madera, fue la primera pieza que apreso mi atención cuando por fin pude enfocar la vista. La imágen, entrañaba miles de enigmas, que con palabras escritas y estructuradas en los sueños, si cabe, la llenaban de libros y que a duras penas resistía ese pesado testamento, que infinidad de escritores cedieron a lo largo del tiempo en sus hojas, ahora amarillentas por el mohín mostrenco, permanente en aquella chimenea y el humo que a través de los años había estado escupiendo. Palabras que ahora presidian y se apoderaban del mayor espacio en aquella pequeña sala. Al menos esa fue la sensación que me devolvió. De cualquier modo, me conforto de alguna misteriosa manera, alejando y consumiendo el dolor de cabeza.
El conjunto de muebles era de estilo más bien rustico, creando un retrato armonioso a pesar de la aglomeración que se notaba. Había una mesa pintada con patina en color azul turquesa, depositada de cualquier manera, debajo de una ventana de cristales cuarteados, con una vidriera de vivos colores en su centro que representaba un sol o algo que se le parecía. Encima de la mesa se veía desplaza por varios libros y objetos, una lámpara de hierro que ignorándolo, adornaba su esbelta delicadeza, la cual no se antojaba desgastada para nada en el espectro añejo que parecía tener.
Eso, era lo que se podía ver desde mi posición en el cómodo sofá. El mismo que al parecer había contenido mi descanso. Cálidamente arropada por mantas que olían a flan de café y vainilla. Sin destaparme las piernas, para no perder el calor aromatizado que me envolvía, Incorpore mi cuerpo y mire por encima del respaldo, apreciando a la vez, la suavidad del sofá mientras lo acariciaba y el color verde esmeralda con matices azul prusia que se entreveía al deslizar la mano por su piel aterciopelada.
Intuitivamente fije la mirada en un ángel de plata, depositado en un pequeño altillo, que estaba encima del marco de la puerta, que daba paso a una entrada. No era una figura de gran tamaño, pero de inmediato robo mi ensoñación, sobresaltándome. Lo mire pensativa, no conseguía saber cuál era la razón que me atraía. Mientras lo miraba se interpuso a mi voluntad y a la realidad. La anomalía de otra visión parpadeante. Un rostro plateado acercándose a gran velocidad y envuelto en haces de luz, que emergían conformándolo y sustrayéndolo del oscuro mosaico. Se represento en mi mente sembrandome de terror y así de aquella, se hizo conmigo, apoderándose en un breve instante del cálido confort en el que me había despertado. La visualización desapareció casi de inmediato, para sostenerme nuevamente en la realidad. Sin embargo la fuerza con la que se había implantado esa imágen me hizo recordar… recordar, algo que percibía borroso pero intenso, muy familiar, como un episodio repetido y vivido en un tiempo infinito, innumerables veces. Así lo percibí.
Me levante con brusquedad, al mismo tiempo que un hombre irrumpía en la sala. Llevaba una bandeja entre las manos, rebosante de pastas, pan y dos tazas. Despejo otra mesa abarrotada de folios y cajas y depositándolos en una alacena próxima, que a su vez ya se hallaba repleta.
Atónita, contemple la agilidad y destreza con la que aquel desconocido, depositaba la bandeja sobre la superficie de la mesa con una mano, mientras que con la otra, retiraba lo que estorbaba. Sin mirarme y atendiendo lo que hacía, dijo con voz pausada.
_Por fin te has despertado. Supuse que te apetecería tomar algo caliente mientras me cuentas como te encuentras._ levanto brevemente la mirada, examinando mi perplejidad sin gesticular ni mediar ninguna palabra mas, tan solo asumiendo mi confusión. Se irguió y en un ligero movimiento que casi no entendí, se dispuso a sentarse en una silla invitándome a acompañarle en el pequeño taburete redondo que se encontraba a su lado.
Recoloque una de las mantas sobre mis hombros, con cuidado de no pisar las puntas arrastradas por el suelo. Según daba el primer paso, le pregunte.
_ ¿Quién es usted?, ¿Cómo he llegado hasta aquí?... _ Acaricie mi cara escondiendo las dudas bajo la palma de mi mano inquieta, a la par que me sentaba. Me notaba exhausta y extremadamente agotada y mi mente permanecía en blanco, no recordaba absolutamente nada.