La mañana se paso sin darnos cuenta y verdaderamente la inspección a la sala de calderas, no nos mostro nada extraño ni fuera de lugar, todo aparecía en buen estado, con más preguntas que respuestas y terminada la comida, cada cual, organizo tareas para ocupar la tarde, el tiempo en la gran casona parecía no transcurrir, pero la quietud nos volvía distantes por esa razón necesitaba resolver algunos puntos, antes de enfrentarme a un nuevo careo con Di, al que en las últimas horas habíamos decidido no dejarlo a solas ni un solo momento.
Buscaba a ciegas entre las cintas apiladas en la estantería, alguna, que lograra esclarecer mis dudas, confirmar que habíamos sido inducidos a una sugestión en grupo y tenía la sospecha de que, de alguna manera los videos que nos habían enviado tendrían que advertirnos de la capacidad que el paciente poseía. En ese momento dudaba , No sabía cuál podía elegir, miraba los letreros inscritos en el borde lateral de cada cinta y ningún rotulo, me daba el gusto para saciar la pregunta que estaba mascullando, la más distante de mi, sin que yo la tocara, cayó al suelo como zafada por una mano invisible, en un primer lugar pretendí ignorarla, sin embargo vino a mi mente el recuerdo de una vieja amiga que era aficionada a leer las cartas del tarot, insistía en decir que las cartas que se caen por descuido cuando lanzas la pregunta y mientras están siendo barajadas, son las más importantes y certeras en una lectura.
Ese recuerdo me obligo a salir de dudas y rescatar la cinta del hueco donde la había vuelto a colocar. Encendí y accione el play. Como casi en todas las demás cintas, Di comenzaba recitando otro episodio, otro relato de sus vivencias, entrelazando palabras con locuaz coherencia. Su habilidad nata de la que hacía uso para describir cualquier insignificancia, objeto o sentimiento, transformándolo a los ojos y oídos de su interlocutor, en algo inalcanzable e hipnótico. La sensación que dejaba en mi, era la de un buen orador y cabía señalar que era peligroso. Me dispuse a escuchar…
No es sencillo, No. No es nada fácil, descubrirse a uno mismo en la sombra proyectada a capricho de la luz, ese haz de luz tímida y delicada que pretende traspasar una hoja seca. Entender que no cabe mayor dolor en la existencia de una vida, sea cual sea su naturaleza pensante, adquiriendo una verdadera verdad, que aunque absurda era la única que citaba tal dolor, que no cavia mas verdad que cuando el amor se mezcla con tal crueldad. No es amor, sino maldad.
Las arrugas que surcan mi rostro, no son más que las huellas que dejo tal brutal perla, llena de imperfección, para ser perfecta. Comprimida y conjugada en una hermosura ancestral y simple, para nada enlutada, llena de una sabiduría natural, con la que araño mi entidad haciéndome anhelar y darme cuenta de que yo carecía de alma.
No sé, si llamar conciencia a algo que no comprendo. Ni tan siquiera hoy, después de tanto tiempo, pero sí puedo afirmar que me hundió en tal desesperación la incógnita de no comprender su naturaleza libre, fuerte, salvaje, tan firme en sus conclusiones, que parecía tener la llave del conocimiento, esa, que es tan extraña que hace que el ser inocente y puro alcance sus metas, deslumbre y brille a pesar de una apariencia nublada.
Consiento en que no comprendáis mis palabras y conspiro para que así sea…
Estas últimas palabras fueron precedidas y silenciadas por un gesto brusco que revolvió su cuerpo en la silla. A partir de ese segundo la imagen del video se veía distorsionada y cortada, se oían ruidos que no eran claros y no se podían interpretar con claridad, durante unos larguísimos veinte minutos de audio, la imagen era un caos de rallas y puntos que cruzaban la pantalla ofuscando la visión y concluía en distorsiones muy molestas a baja y alta frecuencia, para mi sorpresa se pudo rescatar con total nitidez los últimos segundos de la cinta.
…me veo en la obligación de advertiros que vuestras vidas corren peligro.