Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

miércoles, mayo 2

Dijins Di. 8.




Persiguiendo esa nueva angustia que me nacía dentro. Abrace la necesidad innata de acercarme a él, embriagarme en su totalidad. No sabré jamás con qué fin, se detuvo el tiempo en el preciso segundo en  que lo vi.


 Aquella noche paseaba sin rumbo bajo las estrellas de mi ciudad. En un callejón cercano de donde me encontraba, dos semejantes a mí, pero de un nivel superior.  Se ensañaban  a golpes, con un cuerpo que yacía inconsciente en el suelo,  la sangre brotaba por diversas roturas de su piel, estaba  envuelto en una extraña bruma, que solo emana, de aquellos que están a punto de morir. Observaba sin intención de intervenir,  pero  esa nube sedosa me rozo. La sensación fue breve pero intensa, mis manos se humedecieron de agua semejante a  minúsculos cristales  purpura y de mis ojos broto una simple lagrima,  de seguido surgió un grito interior que desgarro mi garganta  e intuitivamente y casi por inercia sin darme cuenta, destrozaba la espalda de uno de los dos agresores, el  segundo se retiro perdiéndose entre las sombras  susurrando mi nombre, como la serpiente del viejo libro, “DI”. El remolino de viento que dejo tras su marcha aventuraba mi final.


No deje de arrodillarme a su lado, empapándome con su sangre, sostuve su cabeza entre mis manos. Era la primera vez que deseé, devolver  la vida.  Conseguí  a duras penas, que abriera los ojos, eran de un brillo cristalino, como diamantes con diversos destellos de color plateado.

 Agonizando, sostuvo mi mirada  y agradeció que le salvara, pronunciando estas únicas palabras  “Amigo del alma”. Las que me torturan aún. Después desfalleció en su totalidad, tan solo un hilo mantenía su vida atada a este mundo. No creo que llegara ver mi rostro, ni tan siquiera sentir mi presencia, mi primer impulso fue dejarlo morir, sin duda estaba escrito que no podía ser así.


Cargue con su peso muerto durante una  hora,  hasta alcanzar la entrada de un hospital. Lo deposite en el suelo y desde la distancia reventé los cristales, que adornaban su entrada, haciéndolos vibrar.
 El ruido  no hizo esperar, a la consecuencia que  yo buscaba. Vi como algunos humanos alborotados, se cuestionaban tal situación, pero siempre hay algunos que utilizan la razón.  Acercando una camilla, rápidamente y con urgencia, improvisaban  un plan para salvar al hombre que les había entregado.


No se me antojo de otra manera,  más que la de transformar mi apariencia, si quería volver a saber de él.  



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