Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

martes, mayo 29

Dijins Di. 15.


A los diez  minutos, Di estaba totalmente sedado.  Desde el palco oculto por las paredes de cristal,  observamos cómo  tres celadores  lo tumbaban en una camilla, después maniataban sus extremidades y cabeza con las cinchas de cuero que  venían ensambladas  en la misma. Para trasladarlo a una habitación, en la que habíamos instalado  sensores de movimiento en la parte más elevada de todas las paredes del reducido habitáculo, incluyendo los marcos  empedrados de la puerta. 

En la habitación no había ningún mueble, ni utensilio o elementos que se pudieran utilizar o desplazar, a excepción de la camilla que transportaba a Di.  Las paredes estaban totalmente acolchadas  hasta una altura razonablemente segura, carecía de ventanas, solo la puerta  daba  acceso a su interior.


En el techo, un antiguo conducto de aire nos hacia el servicio de fumigación de gases narcotizantes, en caso necesario. Por la alta dosis subministrada a Di, permanecería dormido hasta altas horas de  la mañana siguiente. 

Mientras tanto, nosotros también descansaríamos dejando dos celadores de guardia.
 El edificio era frio en su diseño, una mole de piedra gris comprendida en tres pisos, que al parecer había sido un palacete en otros tiempos mucho más gloriosos. Contenía muchísimas habitaciones algo destartaladas por el abandono y el paso del tiempo. Estaba ubicado lejos de todo y bastante aislado,  anclado en el centro de  un valle  sombrío, donde el sol parecía no querer asomarse nunca. Toda esa sincronización de elementos minúsculos o grandes, visibles o imperceptibles, pero presentes,  estaban  haciendo mella en el estado de ánimo de los que allí estábamos trabajando. Repentinamente nos mostrábamos más hostiles, con cambios bruscos de humor y extremadamente cansados.


 Cuando nos congregaron meses atrás,  en la sala de conferencias del   psiquiátrico  donde trabajamos, para brindarnos la oportunidad, de estudiar un caso atípico de esquizofrenia con diagnósticos  múltiples, omitieron muchos matices y detalles, que entonces  a la dirección médica les debieron  parecer irrelevantes.


 In situ todo se advierte de otra forma,  para los ocho trabajadores, entre celadores y psicólogos elegidos para desempeñar  el laborioso trabajo de etiquetar el comportamiento de Di y evaluar un diagnostico definitivo. Ahora ya no se trataba de las rutinas monótonas que habíamos estado ejecutando, en el centro médico,  con enfermos  mentales, en un estado moderado en esos ámbitos, en labores digamos más sencillas, como administrar medicamentos, evaluaciones semanales con diagnósticos sencillos, acompañar a los enfermos  a participar de sus rutinas de aseo y demás.


En un principio se nos presento como un caso goloso, en el que  las practicas abrirían nuevos campos laborales  y  a nivel personal recopilaríamos mayor experiencia en el tratamiento a sujetos,  con déficit extremos y alterados de  personalidad. El sobre sueldo también era untuoso, un cincuenta por ciento más sobre el sueldo, con los pluses, de días festivos, nocturnos y guardias incluidas, pagándonos  dietas y traslados.


Los requisitos eran el aislamiento en el fin del mundo, durante un periodo no menor a tres meses. Las normas de conducta que debíamos seguir eran claras,  no podíamos abandonar el recinto a una distancia superior  de cien metros, permaneceríamos sin coche y sin comunicación con el exterior, una vez al mes, nos suministrarían alimentos y demás enseres que la dirección estableció  como necesarios. En un principio a  todos nos pareció sencillo y llevadero, después de leer y releer bien la documentación,  firmamos.


Una vez conformado el acuerdo con nuestros superiores, nos indicaron con escasas palabras, que el paciente y el expediente,  nos estarían esperando  a nuestra llegada al sanatorio que  habían reinventado. Recordaba todos estos pasos  desde mi llegada hasta el momento en el que me encontraba, fijando mi mirada en el infinito, pero un ligero y sutil movimiento me desconcentro e hizo que girara la cabeza hacia el monitor que se encontraba a mi espalda.


Una imagen congelada en la pantalla provoco  que me estremeciera, en un instante pareció cobrar vida y retornar a otra diferente de la imagen fijada, al parecer nadie se dio cuenta de ese detalle y opte por no decir nada, seguro que sería fruto de mi imaginación.



Abandoné  la estancia apretándome las manos contra el pecho y esperando a que el escalofrío que recorría mi cuerpo cesara, necesitaba respirar aire puro. Baje las escaleras del primer piso casi atropellando a una de mis compañeras, abrí la puerta del exterior mientras a lo lejos oía sus protestas. Salir a la calle fue como rejuvenecer, con cada bocanada de aire que respiraba, sentía como desaparecía  la opresión  que se adueñaba de mi en el interior del edificio.


lunes, mayo 21

Dijins Di. 14.


Empezó a llover  con fuerza y mi rabia escapaba, según se crecía la intensidad de  esa furia natural  que me limpiaba.  

Observe como algunos hombres  corrían  a refugiarse de algo tan inofensivo y  que solo los niños pueden  ver.  Quizás, esa fuera la razón del desprecio que sentía hacia los hombres  y mujeres,  hacia los mortales.  Su estupidez.

 Camine largo rato  sin sentir nada de frío  a  pesar de que mi ropa se encontraba  empapada. Pensé en mi pasado y a cada paso que daba, se acrecentaba más la añoranza que vivía, aunque sabía que esas eran sensaciones humanas, de alguna manera ahora me pertenecían y las saboreaba.   Comprendí, que  empezar a sentir cualquier emoción  era algo bello para mí.  Después de lo que yo, había sido. 

Todos somos el resultado de lo que heredamos y mi herencia siempre estuvo algo escasa en  esos placeres que los mortales no valoráis.
 
(Era la primera vez que  dirigía  su relato a los que estábamos presentes, como si de repente hubiera adquirido conciencia  de nuestra presencia, No levanto la cabeza, pero sí ejecuto un leve movimiento y  de soslayo  pareció dirigir su mirada hacia donde nos encontrábamos, él permanecía totalmente cegado por los focos  y desde su posición era prácticamente imposible ver los contornos de las paredes  y mucho menos el  cristal que permanecía disimulado por la oscuridad   y por esa razón,  era imposible que supiera cuantas personas estábamos en el habitáculo.

 El color de su piel había adquirido  una tonalidad extremadamente blanca, con tintes  azulados  y las venas se le transparentaban grisáceas, Tal vez y cito tal vez, no pude apreciar ese matiz con anterioridad.

Empezábamos a sentirnos agotados de estar allí  tanto tiempo encerrados. La forma  que tenia Di, de expresarse nos envolvía  y hacia que nos contagiáramos de su carisma.

 La decisión de sedarlo fue rápida y unánime, los  allí presentes nos mostramos de acuerdo.  Mi compañero con cara de alivio y sin pensarlo dos veces, presiono el botón que activaba la válvula  que proporcionaría la dosis exacta de tranquilizante.  Le administrábamos los sedantes   por una especie de conductos y tuberías plásticas que habíamos ideado  y que conducían hasta el gotero  inyectado en el hombro. Esa determinación se tomo calculando la peligrosidad que entrañaba aproximarse a Di.)







viernes, mayo 18

Dijins Di. 13.


Trotaba en aquel  torpe descender por las faldas de la montaña. Tenía mil arañazos por todo mi cuerpo, transformándose en razones nuevas que me reafirmaban como  ser humano, eran refrescantes sensaciones  ancladas  para establecer la determínante  posición de mi ente, ocupadas en llenar  mis ansias de vivir. 

Había perdido las botas y mis pies sangraban, el dolor era intenso pero no retrasaba mi determinación.  Mis ropajes se veían  sucios y harapientos,  olía a mil rayos y caballo muerto.

 No podía detenerme en la cabaña, ni tampoco claudicar de la necesidad guardada en aquel sentimiento, tan profundo  desgarrante y henchido  de estrellas bordadas en mi  alma, cobijadas todas ellas   y  ensambladas, se transparentaban  en las paredes de la cueva que había vislumbrado momentos antes.

 Con las manos vacías y despojadas de cualquier bien material,  recorrí los caminos hasta llegar a la ciudad.  Mi meta estaba en el hospital.  Lo primero que tenía que hacer era averiguar su nombre, no sabía muy bien como lo iba a lograr,  pero con una voluntad  indomable,  me entregue a   las puertas del santuario que tenia la clave y  el aliento que pendía sostenido por un hilo y que únicamente me acercaría a la idea de sentirme en paz.

La sensación brotaba y bullía como una emoción, que movía mis  pasos  dirigidos al mostrador, donde una mujer parecía trabajar pasando las horas entreteniéndose en una pantalla de ordenador. Fingía buscar no se qué cosa cuando interrumpí sus tareas… Sin pensar, expuse espontáneamente mi pregunta,  y relate los acontecimientos que tuvieron lugar la noche que ingresaron al hombre que les había entregado, resulto que el tiempo había pasado más veloz de lo que yo había pensado, se esfumaba un año  de mi reminiscencia, en la  que no sabía dónde me había perdido.

 La celadora  era una mujer de baja estatura,   regordeta,  visiblemente obsesionada con la  codicia de datos absurdos y entresijos de las costumbres y de  las actitudes de otros, evidentemente para descalificarlos y justificar así su razón de ser.  Cuando increpe en sus  incultas razones, no me sorprendió,  que sí recordara  el episodio. 

_Aquella noche estaba de guardia._ Relató el acontecimiento con un romanticismo exagerado, mal entendido  y distorsionado, tan solo por su capacidad de interpretar  la sublime obra de Shakespeare. Dando énfasis al egocentrismo de su intervención. 

Permanecí pasivo, como una estatua de mármol de la antigua Grecia,  expectante  y concentrado en  los datos  breves y  escasos  que iba dejando caer entre tanta  palabrería sin un ton ni son,  para acabar diciéndome que el ingresado, se llamaba Ihan , que vivía en otra provincia y  que no podía decirme nada más de  él.

Insistí haciéndome eco, de una ignorancia que no radicaba en mí, pero la pobre idiota dio más vuelo a su importante papel y se mostró como libro cerrado. La deje sumergirse de nuevo en su estúpida rutina, no sin antes trastocar los informes que venía recabando a lo largo del escaso trabajo que elaboraba durante la semana, queme los archivos de su ordenador, con el mero esfuerzo de pensarlo y me marche marcando una mueca sibilina en mi rostro, mientras a mis espaldas  comprobaba que había surtido efecto la pequeña maldad medida.

Fuera en el   exterior del recinto clínico, me percate por primera vez de mi ignorancia. Había pasado por alto un detalle  importante.  Esa mujer no había reparado en mi aspecto, nada en mí,  la había alarmado y eso no era algo común en los intercambios  con  los humanos a los que yo,  estaba más que habituado.

 Cruce la calle, sin respetar el bullicio de viandantes   que fluían  y se dispersaban,  indecisos  por la vía publica, busque algún  escaparate que  devolviera mi yo actual y al hallarlo, quede estupefacto  de la impregnación pragmática que desprendía mi imagen ante mí. El atractivo primitivo y salvaje  que radicaba  en la visión  que no supe analizar y que emanaba desde el cristal me dejo alocadamente perplejo.  Ya,  no era yo, no me reconocía,  y sin embargo  la imagen me transmitía amor.  Mis formas nuevas y nada perfectas componían una sintonía de hermanada hermosura, con la composición expresa de un cuerpo bañado en luz. De  tal delicadeza,  sublime y descompuesta tan solo por las sombras, que relajadamente se dejaban caer por la posición del sol y reflejaban armonía.



Alcance la belleza  que radicaba en el exuberante capricho y coqueteo de las formas  que contorsionaban  y perfilaban con  luz, en mi silueta prestada, fijada en el espejo.

jueves, mayo 17

Dijins Di. 12.





Necesitaba fundirme con la madera del tronco para ser invisible. Como un camaleón  me camufle y  me  fusione  con cada una de sus astillas.   En la parte inferior del mismo, había una hendidura en la que me introduje,  igual que un contorsionista  penetrando en el  centro del árbol cortado, ensamblando mis formas a las suyas, ralentice mi respiración, y confundí mi olor con la humedad que desprendía desde  su interior.

En pocos segundos, el silencio fue roto por pisadas  que alborotaban y rompían las  hojas secas que yacían en el suelo. Eran removidas  brusca y velozmente. Cada vez estaban  más cerca, advertí  varios animales, pude contar cinco. El olor a azufre y a podredumbre, trajo a mi memoria la imagen de los dips.  

Estos animales mitad perros, mitad lobos se pararon ansiosos en el lugar donde perdían mi pista. Oía como  rodeaban el árbol  caído donde me había escondido, a la vez que emitían gruñidos  coléricos. No podía verlos  pero  los  dips se mostraban inquietos,  de pronto se deshicieron en alaridos y aullidos de dolor como si alguien les ahuyentara y les lastimara.


 
 Note como se apartaban a poca distancia.  El aire se volvió pesado  y percibí  otra presencia, era la misma que los dominaba y manipulaba, oía sus respiraciones jadeantes y excitadas.  Un ruido ensordecedor,  metálico y  chirriante tapono mis oídos, algo  penetro en mi mente  apenas duro un segundo pero hizo que perdiera el sentido. Empecé a entrar en un sueño profundo, luche por  despertar mis sentidos de nuevo pero el sopor se apoderaba de mi.  En el sueño viaje a través del tiempo hacia una caverna en la que hacia frío, las paredes de piedra estaban totalmente heladas y sus tonos se mecían entre grises y azulados, el suelo estaba inundado de unas aguas transparentes en las que no se reflejaba mi imagen, pero sus reflejos me recordaban ciertos espacios  de mi pasado.  Era un lugar familiar, reconocía algo en aquella cueva, que  me confortaba, flotaba en su atmósfera como un invitado improvisado y a la vez como si perteneciera a ella.  Desde lo más profundo  de la gruta  volvió a surgir el grito ensordecedor. Se trataba de  algo vivo que  invadía aquel espacio, me sentí preso inmóvil e indefenso, sentí miedo.




Una sensación aterradora se apodero de mí.
Termine despertando con las prisas de la agonía que preceden a una pesadilla, una nueva locura guiaría mis pasos otra vez, haciendo más difícil retomar el camino que me había fijado, pero tenía la certeza, de que nada separaría mis pasos del enigmático hombre que había transformado mi existencia. Esa verdad me dio las fuerzas suficientes para salir del enclaustrado embotellamiento, en el que me había sumergido. Zafándome con alguna que otra dificultad del interior del tronco, para comprobar que en el exterior reinaba la paz y el bosque volvía a su rutina de sonidos y luz.

lunes, mayo 14

Dijins Di. 11.


Por  el  esfuerzo al que me expuse, subiendo a la montaña  y la larga caminata, debí de quedarme dormido en  la hierba  durante varias horas.  Mis fuerzas no se habían repuesto todavía.  Cuando desperté al amanecer   temblaba   y un escalofrió  me  recorrió  entero,  a la vez  que una visión se repetía una y otra vez  a modo de diapositivas intermitentes,  duraban apenas un segundo y eran consecutivas, sentía que me acechaba el peligro.  Algo se estaba gestando en la oscuridad, levante mi cuerpo del suelo  a duras penas y sobresaltado me dispuse a caminar lo más rápido que mis fuerzas  permitieran, mientras tanto obsesionado en descifrar aquella instantánea que pude retener en mi mente, de la que poca información  podía sacar. Sabía que el mal germinaba en unas ruinas y era antiguo, mucho más que yo. La convicción de esa  pesquisa  me hizo tropezar y caer aparatosamente por un desnivel en  el camino, precipitando  mi caída en  un irracional  descenso,  hasta un paso inferior  situado a unos  15 metros  bajo  la trocha. En esos interminables  minutos me fallo toda agilidad  y acabe   frenando  con la cabeza de manera forzada contra un árbol.  


 Jamás había experimentado el dolor  y  resulto sumamente desagradable. Calibre  su  intensidad  apretando  con los  dedos de ambas manos  en el punto más álgido de la herida, haciendo que cesara bajo la presión de mi propia energía.


Busque de nuevo el  recuerdo de la imagen, ahora mas distorsionada, se presentaba borrosa y difuminada.  La estaba perdiendo.  Reconocí  en  el último destello de  la ilusión  como se removía el polvo,  se elevaba y perdí totalmente la visualización.


 Un viento helado de súbito azoto mi rostro, las hojas se alzaron movidas por  inmensos remolinos que avisaban  de la llegada de algo, algo con olor a muerte.

Pause mi mano en  mi pecho, para calmar mi corazón  que pareció comenzar a latir en ese momento,  no antes y  tome conciencia de mi pecado.


Me sentí vulnerable en un cuerpo humano. Desde mi posición era imposible retomar la vereda por la que venía  bajando, pero debía apresurarme  para alejarme de allí, note como el silencio me seguía y corrí lo más rápido que pude, a lo lejos distinguía un tronco caído  que podría servirme de cobijo.





sábado, mayo 5

Dijins Di. 10.


Sabía que solo de esta manera, daría tregua a la visión romántica que tenia idealizada  del amor, un amor que se enraizó desde mis comienzos pero que jamás alcance a  dejarlo fluir.
Planee  mis pasos  y calcule  cada una de las opciones que pudieran surgir, como inconvenientes,  para alcanzar mi meta  ya fijada en ese hombre, cuya imagen  permanecía grabada a fuego en mi alma.

Necesite bautizar mi  forma femenina, para quitarle fuerza y poder,  a mi esencia primaria y de esta manera dejar descansar en un sueño profundo al Dijin que habitaba en mí. Era consciente que en esta nueva forma, renegaría de muchas de las ventajas  y los  placeres que albergaba y había adquirido a lo largo de toda la existencia que había llevado. Tarde dos semanas en dar con el nombre adecuado. El que representara, a la recién adquirida personalidad.  Leienel

Practiqué una ceremonia,  presidida por  los cirios  y otros  elementos bendecidos que sustraje de una iglesia. Con todo  ello,  al atardecer  me encamine  a la cima de la montaña que contenía el círculo ceremonial y sagrado en el cual mis ancestros, habían practicado infinidad de sacrificios y en el que algunos humanos también practicaban rituales de carácter mágico. El ascenso fue pesado y lento debido a mi debilidad por el estado avanzado del cambio.  Creí, más oportuno  burlar  así  a mí sino.  En el cáliz, derrame unas gotas de sangre, que por primera vez brotaba de mi cuerpo, repare unos instantes en su color y se me antojo demasiado oscuro.


(El tono de su voz era pausado pero penetrante, pronunciaba cada palabra desde el interior.  Proyectaba una ilusión en la que no gesticulaba y  tampoco movía sus labios, pero la fatiga iba haciendo mella en Di)

jueves, mayo 3

Dijins Di. 9.





La transformación es un proceso doloroso, que desgasta muchas de nuestras facultades, nos debilita y en esa transición somos vulnerables. No es fácil embutir, en una nueva apariencia todo el conocimiento adquirido durante miles de años. No es  fácil retener en una masa, la espuma de la que estamos formados, por eso el proceso es largo. Me llevo dos meses perfeccionar mi nuevo cuerpo, moldear las formas, aprender a caminar y moverme sin tropezar. Hacerlo mío. Para ello tuve que internarme en una cabaña abandonada, alejada de la civilización y sobre todo, de otros que son iguales a mí. Después de lo que había hecho estarían buscándome, no tenía la menor duda, de que ansiaban mi caza.


(Di, contaba  su historia, desde el centro de una estancia, parcialmente  integrada en la  penumbra, de dimensiones inmensas.  Custodiado por  seis cámaras, que enfocaban a sus manos, cara y cuerpo.   Permanecía sentado, atado por las muñecas  y  los tobillos. Una cincha  ancha y bastante gruesa,  apretaba su pecho contra el respaldo de  un  antiguo  asiento de marfil, decorado con  extrañas tallas.

La única parte de su cuerpo que estaba libre, era  su cabeza. Inclinada hacia adelante, su rostro no se dejaba ver  por la cortina de  pelo  largo,  que le  caía por  inercia.

Un foco de luz indirecta, marcaba los contornos de su silueta, magnificando si cabe, aún más la oscuridad de la estancia. En los visores de las cámaras se apreciaban diversos enfoques  de las partes de su cuerpo, en distintos  procesados y programas de grabación.)




miércoles, mayo 2

Dijins Di. 8.




Persiguiendo esa nueva angustia que me nacía dentro. Abrace la necesidad innata de acercarme a él, embriagarme en su totalidad. No sabré jamás con qué fin, se detuvo el tiempo en el preciso segundo en  que lo vi.


 Aquella noche paseaba sin rumbo bajo las estrellas de mi ciudad. En un callejón cercano de donde me encontraba, dos semejantes a mí, pero de un nivel superior.  Se ensañaban  a golpes, con un cuerpo que yacía inconsciente en el suelo,  la sangre brotaba por diversas roturas de su piel, estaba  envuelto en una extraña bruma, que solo emana, de aquellos que están a punto de morir. Observaba sin intención de intervenir,  pero  esa nube sedosa me rozo. La sensación fue breve pero intensa, mis manos se humedecieron de agua semejante a  minúsculos cristales  purpura y de mis ojos broto una simple lagrima,  de seguido surgió un grito interior que desgarro mi garganta  e intuitivamente y casi por inercia sin darme cuenta, destrozaba la espalda de uno de los dos agresores, el  segundo se retiro perdiéndose entre las sombras  susurrando mi nombre, como la serpiente del viejo libro, “DI”. El remolino de viento que dejo tras su marcha aventuraba mi final.


No deje de arrodillarme a su lado, empapándome con su sangre, sostuve su cabeza entre mis manos. Era la primera vez que deseé, devolver  la vida.  Conseguí  a duras penas, que abriera los ojos, eran de un brillo cristalino, como diamantes con diversos destellos de color plateado.

 Agonizando, sostuvo mi mirada  y agradeció que le salvara, pronunciando estas únicas palabras  “Amigo del alma”. Las que me torturan aún. Después desfalleció en su totalidad, tan solo un hilo mantenía su vida atada a este mundo. No creo que llegara ver mi rostro, ni tan siquiera sentir mi presencia, mi primer impulso fue dejarlo morir, sin duda estaba escrito que no podía ser así.


Cargue con su peso muerto durante una  hora,  hasta alcanzar la entrada de un hospital. Lo deposite en el suelo y desde la distancia reventé los cristales, que adornaban su entrada, haciéndolos vibrar.
 El ruido  no hizo esperar, a la consecuencia que  yo buscaba. Vi como algunos humanos alborotados, se cuestionaban tal situación, pero siempre hay algunos que utilizan la razón.  Acercando una camilla, rápidamente y con urgencia, improvisaban  un plan para salvar al hombre que les había entregado.


No se me antojo de otra manera,  más que la de transformar mi apariencia, si quería volver a saber de él.  



martes, mayo 1

Dijins Di 7.






 Con el paso del tiempo me encontré,  sentenciándome a mí mismo en  la prepotencia de mis actos, me descubría  a partir de aquel encuentro, siempre, profundamente pensativo e irrevocablemente  conectado a  su maldita fe. Cuestionándome, indagando dentro de mí,  buscando una vulgar respuesta que no conseguía encontrar.

Mientras  desempañaba una aburrida y cotidiana bisección de cualquier animal, para matar los ratos muertos, sin ningún provecho científico.  He de  admitirme,  que   reclamaba  a gritos  lo que no comprendía, lo que me dio. Necesitaba respuestas y no llegaba a encontrarlas,  las emociones eran totalmente desconocidas para mí. Pero... ¿Qué me pasaba?

Carente en mi ánfora, de esa cualidad, empecé a cambiar, ya no me divertía degollar a un ser humano, cosas como empalar a un animal o quemar una casa.

Por esa razón  paseaba sin rumbo, confundido en mis pensamientos, mientras a mis pies escapaban algunos animales, o los  habitantes de  cualquier ciudad, que  ahora percibía de otra manera. 

 La existencia, mi existencia, por fin, tomaba otra conclusión...  Todo ser con vida, por instinto participa  del miedo y del amor.