Agradecimientos.

Escribir un libro era una promesa que le hice a una persona cuando éramos niñas. Hoy puedo decir, que a pesar de las muchas dificultades que he tenido para realizar este proyecto imperfecto, mi promesa pasa a ser una meta cumplida. En aquel entonces no hubiera podido imaginar, que lo haría a través de la red. Esto no hubiera sido posible sin todas vuestras visitas, por eso, las dedicaciones se refieren a todos y cada uno de los que a lo largo de estos años, me hicisteis sentir más acompañada en mi soledad. Profundas gracias a los ojos que me leen hoy, ayer y siempre.

lunes, abril 30

Dijins Di. 6.




La expresión muda  y determinante que se fijo en su rostro, tal y como me deleitó en ese recuerdo, en ese primer instante…

Soy consciente de que  perdurara eternamente en mí. Esa emoción humana que se adivinaba en su rostro,  me recordó al  cazador  que acecha a su presa, que la espera y la asalta por sorpresa,  pero él, esbozó  una sonrisa al reconocer que sus palabras surtían efecto en lo que era yo.

Después de muchas y  largas conversaciones, confesándole mi materia, la naturaleza que le devolvía, no parecía asustarle.  Esa forma de ser que tenia él, me alteraba. No puedo negar que en un principio me vi tentado a destruirlo, torturar su quietud estúpida, quebrantar ese tesón del que hacía un uso natural, y que lo definía exquisitamente atractivo, para  mi curiosidad hambrienta siempre de un nuevo placer. Placeres, que no solían ser, necesariamente  comprendidos  por la masa común de los mortales.

Expectante  yo. Habitaba en  el umbral de todo lo que radica en las mismísimas puertas de aquello, que es tomado por atroz y absurdo, como la locura descomunal que domina a un  ente desangelado y olvidado de la razón, que es capaz de matar, de inventar la más exagerada deformación  y extensión del mal. Sin embargo, la verdad que le brindaba y que jamás pareció, ni tan siquiera  remover un ligero revuelo de temor en su interior. ¿Por qué?

Eso  fue precisamente, lo que me  atrapó de él. Al igual que un inquisidor, penetraba en su mente para buscar  el centro de esa fuerza, sin saber que era yo, el que caía en su red.   

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