Me agarro al silencio… retengo mis ansias de destrucción, renuncio a mi esencia…
Yo fui...eso que todos teméis, la fuerza y el placer que se alimenta de vuestro dolor. Siseando como algo que tan solo se siente. Me entretengo al placer de contagiaros y cambiar vuestro sino, llenándolo de mal.
No concibo vuestro libre albedrío.
Me divierto cambiando lo que deberíais ser, disfruto al ver que estáis dispuestos a romper a otros por vuestro propio dolor.
Entre nosotros está prohibido el amor. Somos la espuma o la niebla de los sueños. Solo con rozar a un ser mortal, puedo hacerlo cambiar, que perciba la locura, la confusión, que haga a capricho mio un antojo cruel, de mi mundo carente del bien. Opaco y sin luz.
Los únicos mortales a los que debemos temer son los chamanes, personas imán. Aunque no te lo creas… ellos, nos pueden ver, nos sienten y nos pueden controlar. En pasadas batallas algunos se volvieron locos, otros están escondidos en la soledad, conseguimos sumergirlos en el alcohol y en la drogadicción. Es tal, la capacidad de visualización que les podemos proyectar, que se asume incomprensible e inadmisible para un simple mortal, y… no todos pueden escapar.
Pero… algunos son fuertes, sin miedo, esos son a los que debemos temer. Pues nos pueden cambiar…
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